Straffi, Enrico. 2022. Ofrendas para la lluvia.Transformaciones en los recorridos rituales en el sur de Chiapas.
1ra. Edición. Universidad Autónoma de la Ciudad de México.561 pp.
ISBN-13: 9786078840434. Precio: MX$450

 

Straffi, Enrico. 2022. Offerings for the Rain.Transformations in Ritual Routes in Southern Chiapas. 1st edition. Universidad Autónoma de la Ciudad de México. 561 pp. ISBN-13: 9786078840434. Price: MX$450

https://publicaciones.uacm.edu.mx/gpd-ofrendas-para-la-lluvia-9786078840434-646512a1b4519.html

 

DOI: 10.31644/ED.IEI.V20.2023.R01

 

Por Mario Humberto Ruz

Mario Humberto Ruz es miembro del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Es doctor en Etnología (por la EHESS, de París), sus líneas de especialización son: historia de los pueblos mayas en la época virreinal y etnología de los pueblos mayas contemporáneos.  mhruzs@gmail.com

Recibido: 05/09/2023  •  Aceptado: 06/10/2023  •  Publicado: 08/11/2023

 

RESUMEN

Ofrendas para la lluvia explora la convivencia de dos tipos de rituales en el sur de Chiapas: los recorridos rituales prehispánicos y las peregrinaciones católicas. El libro se basa en un estudio etnográfico en La Trinitaria, Chiapas, y ofrece una descripción detallada de los rituales, interpretaciones de los encargados tradicionales y un análisis histórico-antropológico. Muestra la transición de los recorridos rituales hacia las peregrinaciones y destaca la importancia de preservar las tradiciones ancestrales mexicanas y valorar la diversidad cultural.

Palabras clave:

Rituales mayas, romerías, tseltales, construcción religiosa del territorio, discursividad ritual.

ABSTRACT

Offerings for the Rain, explores the coexistence of two types of rituals in southern Chiapas: pre-Hispanic ritual tours and Catholic pilgrimages. The book is based on an ethnographic study in La Trinitaria, Chiapas, and offers a detailed description of the rituals, interpretations of the traditional attendants and a historical-anthropological analysis. It shows the transition from ritual routes to pilgrimages and highlights the importance of preserving Mexican ancestral traditions and valuing cultural diversity.

Keywords:

Mayan rituals, pilgrimages, tseltales, religious construction of the territory, ritual discursivity

Reseña

Tras un katún1 de trabajo paciente, comprometido y, según se aprecia, amistoso, como camarógrafo, etnógrafo, analista, y sin duda también como peregrino, Enrico Straffi logró acuñar un texto acucioso acerca de los variados, ricos y complejos recorridos rituales de una porción particular del hoy sur chiapaneco, nucleada en torno al poblado milenario de Zapaluta, actualmente La Trinitaria, que fue desde antiguo una región de tránsito y confluencias entre paisajes naturales, étnicos, lingüísticos, culturales y religiosos.

Bien conocidos por su papel como mediadores rituales, en particular en lo que a enarbolar discursos religiosos toca, los ahora trinitarios siguen siendo conocidos como “zapalutas” en una amplia región que atraviesa incluso fronteras, pues como tales son nombrados en el área chujde San Mateo Ixtatán, con motivo de la peregrinación transfronteriza en que acompañan a los tojolabales, a modo de interlocutores privilegiados con la divinidad, a la vez que coadyuvan en esa “construcción religiosa del territorio” como la definió Carine Chavarochette en su estudio acerca de esa peregrinación, a la que acompañó justo dos años antes de que Enrico Straffi comenzase su desempeño siguiendo a don Teófilo y sus colaboradores, a modo de camarógrafo cuasi ceremonial del calendario ritual zapaluteco. Una tarea que lo hizo recorrer no solo el camino a Ixtatán, sino los que llevan a otros destinos de las romerías, como la visita en marzo al Señor de las Tres caídas que se venera en la Finca de Nuestra Señora, seguida en abril por la peregrinación al poblado tseltal de Oxchuc y al cerro contiguo del Señor Negro, o Ik'al Ajaw, deidad que compartió el templo católico con el patrono santo Tomás, hasta finales del siglo XVII, cuando el obispo Núñez de la Vega descubrió su imagen. En mayo toca la romería al pueblo de los totiques, el antiguo San Bartolomé de los Llanos (rebautizado con el desangelado nombre de Venustiano Carranza) y, en julio, la romería que los conjunta de nuevo con los tojolabales, con motivo de la fiesta de santa Margarita, patrona del municipio del mismo nombre.

A esos trayectos se suman otros realizados en el propio poblado de La Trinitaria o en sus alrededores, con motivo del fin de año, las fiestas de san Francisco y la Guadalupana, entradas de flores y veladas que se esparcen a lo largo del año, y son por lo común trayectos salpicados por plegarias y oraciones en lengua tseltal, que es la que manejan los célebres rezadores zapalutecos. Si bien varios de esos recorridos fueron ya objeto de estudios previos dedicados a los tojolabales, como los de Randolph Adams, Carine Chavarochette, Antonio Gómez, Adelita Guzmán, Irene Sánchez Franco y los míos, el texto que hoy nos ofrece Straffi viene a enriquecer esos trabajos, en tanto que toma como sujetos de estudio a los zapalutecos, y se enfoca en la descripción de la totalidad del ciclo de romerías y otras actividades ceremoniales.

Antes de centrar su atención en La Trinitaria, el autor ofrece el ejemplo de otro tipo de peregrinación: la que él mismo hace, a través de una revisión, bien lograda, de los recorridos rituales documentados por los antropólogos en Chiapas, en particular en la región de los Altos, centrándose en los pueblos tsotsiles y tseltales. Así, a lo largo de 101 páginas nos ofrece un cuidado resumen de lo dicho (o silenciado) sobre el tema en textos bien conocidos de los antropólogos, y hoy considerados clásicos como los de Guiteras, Siverts, Pozas, Villa Rojas, Vogt, Nash, Díaz de Salas y Hermitte, a más de otros de factura más reciente como los de Martín Gómez sobre Oxchuc, del cual recoge incluso algunas partes de los rezos en tseltal ofrecidos ante las cruces y la casa del poderoso santo Tomás, célebre procurador de lluvias y protagonista de numerosos relatos en toda la región; un aporte muy valioso en tanto esos relatos nos permiten apreciar detalles de la cosmovisión, el discurso ritual y la riqueza idiomática. Por desgracia no ofrece material similar para otros casos; ni siquiera, cosa por demás extraña, para los rezos de los propios zapalutecos lo que constituye, en mi opinión, una de las ausencias más lamentables en una obra dedicada en buena medida a la discursividad ritual, pero que no da cuenta de ella.

Straffi se detiene en particular en dos autores Evon Z. Vogt y Kazuyazu Ochiai. Del primero aborda en especial su conocido texto Ofrendas para los dioses, y se detiene en lo que él considera tres distintas categorías de ceremonias con recorridos efectuadas en Zinacantán, que denomina peregrinaciones a gran escala, peregrinaciones para la lluvia y peregrinaciones o procesiones hacia determinados puntos del paisaje tenidos por sagrados, por los sna2 o grupos de pozo que, anclados originalmente en el parentesco patrilineal y la residencia virilocal, se amplían en ocasiones a formaciones medias de la estructura sociopolítica local.

Aquí y allá se ofrecen, a pie de página, notas de otros autores que, como Wasserstrom y el propio Ochiai, ofrecen puntos de vista divergentes (y en ocasiones complementarios) a los de Vogt. Un aparato crítico que el lector interesado podrá enriquecer con la lectura de los textos de John Havilland y Lourdes de León, que amplían el panorama zinacanteco al abordar también otros asentamientos del municipio como Navenchauk, lo que ayuda a entender los afanes de la cabecera por mantener la preminencia, y el papel que juegan en ello los h'iloletik3 especializados en ceremonias para invocar las lluvias, que pueden efectuarse hasta en lugares algo distantes como la montaña Its'inal Muk'ta Uits, vecina al cerro Mispía, por Teopisca. Y tampoco faltan las ceremonias realizadas en antiguos adoratorios prehispánicos ubicados en montañas tenidas por sagradas, donde se considera habitan dioses tribales ancestrales, que intervienen a menudo en asuntos de buenaventura y mantenimiento de la salud, como bien puede apreciarse en algunos rituales de sanación, como lo muestra con claridad la extensa oración en tsotsil — críptica por partes, como es común en estos rezos, y en otras rebosante de poesía— que se pronuncia en San Pablo Chalchihuitán, Chiapas, para curar el grave estado patológico llamado čonbilal č’ulelal (“alma vendida”) que recopiló Ulrich Köhler.

Se trata de una tradición mantenida a lo largo de toda la época virreinal (para espanto de la Iglesia) y que es posible observar aún hoy con relativa frecuencia en regiones como los Cuchumatanes, donde, en ocasión de enfermedades graves, se efectúan rituales familiares semejantes a los descritos para Chiapas. Que, justo es señalar, Enrico resume con precisión y, no se limita a describir, sino que esboza algunas explicaciones. Por eso mismo, sí deseo acotar que el título que eligió Straffi para su libro: Ofrendas para la lluvia, no da cuenta cabal del contenido de la obra, que va mucho más allá de las ceremonias para peticiones pluviales.

No tengo tiempo en detenerme en las notas sobre los datos aportados por Díaz de Salas sobre los totiques (cuidadosamente recuperados por Andrés Medina tras la muerte de su colega), las notas de Gary Gossen sobre Chamula o el texto de June Nash acerca de Amatenango, que da cuenta de visitas a santo Tomasito de Oxchuc y, dato curioso, a una “cueva de los antepasados” ubicada en Chiapa de la Real Corona (nombre que, en una reacción políticamente correcta, por republicana y antimonárquica, le substituyeron por Chiapa de Corzo), que terminó por reducirse a un simple cambio de cruces de palma frente a la gruta, y en los caminos que van al pueblo; sustitución que recuerda lo reportado en 1687 con respecto a las cruces en los senderos que conducían a San Mateo Ixtatán.

Mucha mayor atención dedica Straffi al texto de Kazuyasu Ochiai que inauguró, en 1985, las publicaciones del actual Instituto de Estudios Indígenas: Cuando los santos vienen marchando. Rituales públicos intercomunitarios tsotsiles. Pese a su valor, no me entretendré en él, ya que, como anuncia su título, se aboca primordialmente a visitas rendidas por los santos (a menudo sus imágenes más pequeñas) entre una y otra comunidad. De sus consideraciones finales Enrico rescata dos: 1) “El que la afinidad étnica no es el factor exclusivo para el inicio de la relación de intercambio de una comunidad con otra”, y 2) “El intercambio de santos es vulnerable al cambio. Cada comunidad escoge o descarta contrapartes del intercambio, de acuerdo a sus procesos culturales, históricos, económicos o sociopolíticos”.

A la luz de estos dos considerandos, me permito señalar que en el libro en comento se extrañan referencias a las peregrinaciones hechas por grupos ch’oles del Norte (que desbordan incluso el estado, en tanto realizan romerías hasta territorio tabasqueño y las reciben desde este), así como las efectuadas por zoques de ambos estados, por ejemplo del área de Amatán y Tapijulapa, como antes lo hacían Teapa e Ixtacomitán, e igualmente se echan de menos menciones a los romeros mestizos que peregrinan por distintos lugares del estado.

Después de este detallado abordaje etnográfico, el autor da paso a un capítulo de otro centenar de páginas titulado “Peregrinaciones”, que adopta un tono más historicista y analítico. Vemos desfilar allí antropólogos y otros científicos sociales y humanistas; muchos de ellos muy conocidos, como William Christian, Arnold Van Gennep, Marc Augé, Pierre Bourdieu, Victor y Edith Turner, Ross Crumrine y Alan Morinis, apreciándose un particular hincapié en lo relativo a peregrinaciones en el ámbito cristiano (religiones “históricas” o de “salvación”), aunque con atisbos a otras expresiones de las denominadas “tribales”. Ya que en lo primero se pone atención a la época medieval europea, se extrañan, por cierto, las referencias a Jacques Le Goff, Jean Claude Schmitt, Michel de Certau y Jerôme Baschet.

De la revisión de esos autores surge una interesante romería por una nueva selva de símbolos y conceptos como liminalidad, paisajes sacros y su creación cultural, la dimensión communitas (espontáneas, normativas e ideológicas), los flujos y las homogeneizaciones, las facetas iniciáticas de las peregrinaciones, y su categorización en internacionales, nacionales, regionales o inter-aldeanas planteada por el célebre Victor Turner, la heterogeneidad esencial que creen percibir en ellas Eade y Sallnow, quienes propusieron, además, “analizar la peregrinación no meramente como un campo de relaciones sociales, sino como un dominio de discursos en competición” (Straffi, 2022, pp. 162 y ss.); discursos que son esgrimidos por distintas categorías de romeros, así como por los residentes en el sitio del peregrinaje, a los que se añaden los elaborados por los especialistas rituales, o, aspecto de particular interés cuando desea uno abordar el fenómeno desde una perspectiva diacrónica, cómo se modifica con el tiempo la percepción de los santuarios de peregrinación, sin excusar las propuestas teóricas sobre el conflicto e incluso el estudio de la ideología de mercado subyacente en no pocas de estas actividades.

Dejo al lector el placer de ir descubriendo las variadas facetas teóricas que nos ofrece este capítulo, anticipándole que obtendrá una perspectiva rica y, aspecto a destacar, expuesta de manera amena, pese a lo áridos que pueden ser, en su origen, varios de los planteamientos. 

Como parte final de esta sección se ofrecen consideraciones acerca de la obra colectiva editada por Ross Crumrine y Alan Morinis sobre peregrinaciones en América Latina, donde participaron antropólogos, arqueólogos, historiadores de la religión y de la literatura, y hasta geógrafos. Obra de especial interés donde, a diferencia de la postura estructuralista de Turner, se aprecian algunos guiños al funcionalismo tipo Malinowsky, y su apuesta a “la institución”, en este caso institución de cultura popular, que se verá permeada por “modelos elaborados de ritual y simbolismo […] agrupados en una limitada serie de metáforas raíces o símbolos meta-rituales”, y, asunto de interés para el estudio de caso del propio Straffi, se menciona también el papel que puede jugar la peregrinación en el reforzamiento de “la imagen social y la identidad de un grupo dentro de una población étnica diversificada” (Straffi, op. cit., pp. 183, 187).

No me entretengo más en este apartado, solo agrego que estos atisbos a peregrinaciones en América Latina sirven al autor como bisagra para enfocar a continuación su mirada en México, a través de las gafas de autores como Johanna Broda, Carlos Garma, y, en particular Alicia Barabas, Gilberto Giménez, Roberto Shadow y María Rodríguez Shadow, a los que se sumarán estudiosos del pasado prehispánico (arqueólogos e historiadores) al final del capítulo, cuando se dediquen varias páginas a abordar los antecedentes prehispánicos o mediterráneos de las peregrinaciones o, por mejor decir, prehispánicos “y” mediterráneos.

El recorrido por los estudios mexicanos privilegia, siguiendo a los autores, las regiones centrales del país, y en particular las expresiones campesinas, en santuarios tan célebres como Chalma, magistralmente estudiado en un inicio por Giménez, y al que luego dedicarían su atención los esposos Shadow, agregando otros casos de lo que denominan “religiosidad popular”, a través de la cual las “masas subordinadas de la sociedad” dotan de otro significado a una religión impuesta, en el marco de la cual la peregrinación sería una marcha ritual, desde un espacio no sagrado hasta un santuario “en el que se produce una condensación de lo sagrado” (enStraffi, op. cit., pp. 201-206).

La revisión cierra abordando un texto de Alicia Barabas, coordinadora de los cuatro volúmenes de Diálogos con el territorio. Simbolizaciones sobre el espacio en las culturas indígenas de México, editados hace justo 20 años, cuando Straffi iniciaba sus estudios en La Trinitaria; textos donde la reconocida antropóloga argentina se interesa en las peregrinaciones como “una expresión importante de las religiones étnicas”; procesos rituales que contribuyen a construir la territorialidad (incluida la étnica; de allí que hable de “etnoterritorios”), al tiempo que las procesiones, por su parte, coadyuvan a marcar y reforzar los centros, márgenes y límites de las fronteras interiores. Aspectos, cabe señalar, que se aprecian con claridad en los trabajos sobre Yucatán de Ella Fanny Quintal y su equipo, en esos mismos volúmenes, o que puede uno observar con nitidez meridiana en la procesión de la patrona de Dzidzantún4 , santa Clara, cuando es llevada cada mes de julio en andas desde la iglesia parroquial hasta el mar (una docena de kilómetros), no solo para que salude a su hermana sirena, que allí vive, pues no encontró ya pueblo vacío dónde ejercer su patronazgo cuando llegaron juntas, sino también para que recorra, en lancha, los límites de “su” municipio con los del vecino Dzilam de Bravo.

Como podrá apreciarse, los ejemplos elegidos por el autor versan en lo primordial sobre peregrinaciones en el ámbito rural o campesino. Lamentablemente no se abordan manifestaciones urbanas, pese a que sabemos que incluso en la ciudad de México son de importancia hasta la actualidad, bien a nivel inter-barrial o entre alcaldías, bien entre pueblos, en particular de los llamados originarios, en las alcaldías de Tlalpan, Tláhuac, Xochimilco y Milpa Alta.  Confiemos en que en trabajos posteriores Straffi incluirá este tipo de expresiones, que facilitarían los estudios comparativos.

La segunda parte del libro, que se extiende por casi dos centenares de páginas, es sin duda la más novedosa, en tanto se dedica a describir las romerías efectuadas desde La Trinitaria, que mencioné en un inicio, y más adelante incursiona un poco en su devenir. Pese al título, es de señalar que la exposición no se limita a las romerías mismas, sino que, buscando dar cuenta del ciclo ritual en la actualidad, ofrece datos también acerca de las veladas y otras ceremonias.    

Se detiene asimismo, incluso más que en la descripción del ciclo, en los encargados de organizar las romerías, “habitantes de filiación tseltal, ahora hispanohablantes”, abanderados, músicos, recolectores de limosnas, y, por supuesto, las distintas clases de rezadores, entre otros, a los que se dedican cincuenta páginas, donde se detallan espacios, tiempos, gestos y discursos rituales, si bien, insisto, se extraña que no se hayan incluido textos en la lengua tseltal empleada como ritual, pese a apuntar varias veces que ésta es “la parte más importante de los rezos”, incluso en lo que el autor define como rezos “de posicionamiento” y rezos “de presentación” (de los que, por cierto, tampoco se ofrecen ejemplos).

Particularmente detallado y rico es lo concerniente a la descripción y disposición de la parafernalia: velas, ramilletes y otras ofrendas (incienso, panela, cacao, paños, aguardiente, etc.), y se ofrecen consideraciones de particular interés al describir su relación con puntos tenidos por sagrados en el pueblo y su entorno, así como a lo largo de las romerías, lo que nos permite apreciar sitios y parajes claves para recrear la geografía de lo sagrado según la visión de los actores locales (residentes y visitantes), así como las cualidades atribuidas a elementos como la sal (en el caso de San Mateo Ixtatán), plantas como el tzenam, la manzanilla y la llamada “disciplina”, o frutos como las limas de pecho, a más de objetos tenidos por sagrados, como el “cajonado” que se reguarda en Ixtatán, y que trae a la mente los cajonados que se ubican en comunidades de los Altos de Chiapas, y, en forma más distante, las famosas cajas parlantes, en especial en el área zoque.

No puedo detenerme en ello, pero es de mencionar la descripción de las visitas a distintas grutas o cuevas, y “El recorrido a los cinco puntos” que se realiza para pedir por la salud de una persona, o solicitar que la recupere, y que se denomina “Echar la flor”, lo que de inmediato trae a la mente la ceremonia denominada en tojolab’al Ka' och nichmal naj (que entre a la casa la flor), que tiene los mismos objetivos, aunque ésta se realiza a nivel de la vivienda.

Aquí los cinco puntos donde se reza y en los cuales se ofrendan, entre otras cosas, ejemplares de bromelias, llamados ts'enen, son los cuatro horcones, “esquineros” u “orejas” de la casa (chikin naj), y el centro; algo más próximo a la primera fase de la variante ceremonial que realiza en La Trinitaria don Jaime López, según se describe en el libro. En todos los casos, puntos asociados al quincunce5 .

Tras estas detalladas descripciones etnográficas (prolijas en ocasiones), Straffi ofrece, a lo largo de casi ochenta páginas, un recorrido por la historia de las romerías, incluyendo las que ya no se realizan desde La Trinitaria, como la que iban al poblado tseltal de Oxchuc, a visitar a santo Tomás, y la que dirigía sus pasos al pueblo tsotsil de San Bartolomé de los Llanos (hoy Venustiano Carranza), aunque sí mantienen resabios de la tradición algunos pobladores de Villahermosa Yalumáh (Comitán de Domínguez, Chiapas).

Me es imposible detenerme más en ello, pero no puedo dejar de señalar que en este apartado se encuentra un conjunto de datos de interés no sólo acerca del devenir de las romerías, sino sobre desplazamientos de antigua data que han sido reportados, por ejemplo, en el caso de los tojolabales (Navarrete, Schumann, Lohmeyer-Lenkersdorf, Piedrasanta y Ruz, entre otros), y que nos alertan acerca de la pertinencia de confrontar historias orales y mitos narrados en distintas partes.

Así, por señalar apenas un dato, Navarrete recopiló un mito en San Mateo Ixtatán acerca de cómo los habitantes de Catepan, por dejar de efectuar rezos y ofrendas, sufrieron los embates de un choj, nahual puma, que atacaba a sus animales, por lo que decidieron abandonar el sitio e irse a vivir a Comitán y Zapaluta, mientras que Piedrasanta recogió narrativas sobre la salida de los Chialon, uno de los tres grupos de chujes que habitaban el lugar, siendo los otros el denominado Yaxbatz (verde o tierno-murciélago) y el llamado, justamente, Nawal.

Straffi se detiene también en recordar lo señalado al respecto por Chavarochette y por mí mismo, haciendo ver las disparidades y hasta contradicciones entre los distintos relatos; a mi entender, discrepancias perfectamente comprensibles, en tanto se trata de testimonios recopilados en distintos lugares y momentos, que tienden a explicar un suceso que, a decir de los lingüistas e historiadores, habría ocurrido hace centenares de años, lo que justificaría su apreciación desde una perspectiva más bien legendaria, que forma ya parte de un discurso mítico, del que es buena muestra también la deliciosa leyenda narrada por don Arnulfo, que en varios puntos recuerda relatos sobre enfrentamientos atmosféricos y sobrenaturales registrados, entre otros sitios, en San Andrés Larráinzar, Amatenango, Pinola u Oxchuc, con el afán de apoderarse de las aguas o del aliento vital (altsil) de alimentos como el maíz, el frijol y la calabaza.

También hay que tomar en cuenta la mayor o menor información que poseían los entrevistados (punto que no se menciona), e incluso el grado de su implicación en los procesos, comenzando por las mismas romerías, a las que, como es bien sabido, se incorporaron en distintas fechas las comunidades, —o, por el contrario, las fueron abandonando. Yo recuerdo con nitidez la participación masiva de las comunidades tojolabales de los valles centrales y la cañada de Las Margaritas en la romería a Ixtatán, y por supuesto a Chonab, la cabecera municipal, cuando llegué como médico a la zona en 1977, y pude ir viendo cómo decrecía el número de peregrinos a lo largo de cerca de las dos décadas que seguí trabajando en el área; algo de lo que también hablan Gómez, Guzmán y Sánchez Franco.

Y ya que en la parte final del libro se trata de primacías, religiosidad e identidades, conviene destacar que una muestra privilegiada del interaccionar lingüístico en el marco de la religiosidad es lo registrado en el caso de los romeros tojolabales que solicitan a los especialistas rituales de Zapaluta, los “crencipales” [principales], que recen en lengua tseltal cuando visitan al Padre Eterno en Zapaluta, San Mateo en Ixtatán o a santo Tomás en Oxchuc.

Sabemos, asimismo, que acudían a hablantes de tsotsil al presentarse ante el patrono del antiguo San Bartolomé de los Llanos, y que en épocas pasadas, además de los “zapalutas”, se estilaba recurrir también a especialistas que hablasen el idioma chuj al estar ya en San Mateo Ixtatán. Rezos en “lengua” que se supone sólo usan y entienden los santos y los “principales”.

No es conducta inusual. Al menos no en el mundo maya; los yokot'an o chontales de Tabasco requieren de los servicios de un especialista ritual que hable ch'ol al asistir al santuario del Santo Cristo, en el poblado de Tila, donde ésa es la lengua empleada, mientras que en ciertas ceremonias practicadas entre los ixiles de Nebaj, como la llamada “sepulcro”, que se realiza para “recoger” un alma errante en el paisaje y acompañarla hasta el sitio por donde entrará definitivamente al destino que le corresponda (por lo común una semana después de su muerte), el balbastix, especialista ritual, habla en ixil con los antepasados, al tiempo que sus dos ayudantes, los chusules, entonan plegarias remanentes de antiguos rezos en latín; latín, recordemos, que fue hasta hace no mucho lengua ritual privilegiada en todo el mundo católico aunque ajena a la gran mayoría de los feligreses. Parecería, por tanto, que cuando de eficacia simbólica se trata, el idioma del otro, no siempre totalmente comprensible (aun siendo cercano), puede considerarse más trascendente. Lo que no deja de resultar paradójico, si recordamos que es bastante común que los pueblos mayas se refieran cada uno a su idioma como la “lengua verdadera”.

Dejo al lector el placer de enterarse de los parentescos sacros entre el Padre Eterno y san Mateo; parentescos tan comunes en el área que, respetando la dupla maya mayor/ menor (b'ankilal/ijts'inal), se alude a familiaridades entre rayos rojos-secos y verdes-tiernos, o vientos y tornados, remolinos y huracanes, y acude incluso a poner juntos dos cristos o dos niños Jesús en el pesebre.      

E igualmente interesante es lo reportado en cuanto a trayectos, formas de transitar por ellos (a pie, en camioneta, combinados), sitios de peregrinaje (incluyendo cruces que han desaparecido, o cuevas ahora anegadas de aguas negras), ofrendas depositadas e imágenes visitantes. Todos ellos muestran cambios en los distintos reportes, dando cuenta de la continua adecuación tanto de la narrativa como del ritual; siempre modificándose para lograr permanecer.

Un permanecer que, debe señalarse, se logra también gracias al testimonio de individuos que, como Enrico Straffi, conjugan entusiasmo, saber y paciencia para dejar constancia escrita y visual (ésta, por medio de muy buenas fotografías) de tradiciones en no poca medida ancladas en la tradicional oral y la gestualidad, y que se corresponden con las actividades de subsistencia y las identidades comunitarias y, por ello mismo, tan frágiles y susceptibles de desaparecer, como puede apreciarse con claridad en la tercera parte del volumen, que a lo largo de unas cuarenta páginas contiene, entre otros varios temas, una comparación entre los recorridos rituales y las peregrinaciones, y donde el autor nos ofrece un valioso y perspicaz análisis de los datos etnográficos que ofreció en el texto, a la luz de los conceptos analíticos que antes había expuesto.

No resta, pues, más que agradecer a Enrico Straffi por ofrecernos este texto, que nos guía en el peregrinaje a través de una antigua forma de ser, creer, reflexionar y actuar con el entorno y la naturaleza; saberes y actitudes que parecen estar yéndosenos irremediablemente de las manos.

Mario Humberto Ruz
16 de junio 2023

Nota del editor:

Esta es la primera reseña del Volumen Anual (20), del Sistema de Publicación Continua al que se ha adherido la Revista EntreDiversidades, por lo tanto ha cambiado la diagramación y maqueta, para ajustarse al nuevo modelo de publicación.

Cómo citar esta reseña:

Ruz, Mario Humberto (2023). Straffi, Enrico (2022). “Ofrendas para la lluvia. Transformaciones en los recorridos rituales en el sur de Chiapas”. EntreDiversidades, Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, V20, e202305. DOI: https://doi.org/10.31644/ED.IEI.V20.2023.R01

Notas

1 N. E.: Veinte años en el calendario maya.

2 N.E. Grupos que se reconocen por su filiación con una fuente de agua, se vinculan por la residencia; sna, que significa “su casa”.

3 N.E. H'iloletik = Especialistas rituales.

4 N.E. Población del estado de Yucatán, en México, situada en la parte nororiental de Yucatán.

5 N.E. Geometría formada por cuatro puntos que forman un cuadrado, y al centro del mismo un elemento más. Símbolo recurrente en numerosas culturas del mundo, y en las mesoamericanas también.