Niños, niñas y adolescentes migrantes y productores del espacio. Una aproximación a las dinámicas del corredor migratorio extendido Región Andina, Centroamérica, México y U.S.

Child Migration and the Production of Space. Analysing the Dynamics of the Extended Migratory Corridor Andean Region-Central America-Mexico-U.S.

Soledad Álvarez-Velasco[*]
Valentina Glockner-Fagetti[**]

Resumen: El artículo reflexiona en torno a cómo la movilidad transnacional, de niños, niñas y adolescentes, NNA, ha tenido y tiene efectos espaciales en la (re)configuración del corredor migratorio extendido Región Andina-Centroamérica-México-EUA. Aquí se presenta una revisión histórica sobre los distintos elementos que dan cuenta de la existencia de dicho corredor como un espacio abstracto que se produce y reproduce a partir de distintas dinámicas de movilidad, poder y desigualdad desplegadas por sujetos, instituciones, Estados, organismos no estatales y redes criminales. Proponemos la migración de NNA como eje crítico para pensar dicho corredor, y posicionamos a las múltiples manifestaciones y procesos de ese tipo de migración como respuesta y resistencia a las dinámicas de violencia y desigualdad que están en la raíz de la existencia misma del corredor extendido. Así como experiencias nodales para entender las dinámicas de producción y (re)producción del espacio supranacional, estatal/institucional y subjetivo/anímico.

Palabras clave: migración de niños, niñas y adolescentes; corredor migratorio extendido; violencia; control migratorio.

Abstract: This articles looks how the transnational mobility of children and adolescents impacts the spatial re-configuration of the extended migratory corridor of the Andean Region-Central America-MexicoU.S. We present a historical revision of the emergence of this corridor as an abstract space re-produced as a result of diverse dynamics of mobility, power and inequality deployed by subjects, institutions, states, NGOs and criminal networks. We posit that the migration of children and adolescents is of critical importance for thinking and understaning the existence of the extended corridor. We argue that this type of migration should be conceived of as a form of response and resistance in the face of violence and inequality, as well as a productive force in the production and re-production of a supranational, state/institutional and subjective/emotional spaces.

Keywords: migration of children and adolescents, extended migratory corridor, violence, migratory control.

Introducción

Al término del año 2016, aproximadamente 66 millones de personas en el mundo fueron forzadas a desplazarse internamente o a huir de sus países de origen (Acnur, 2016). De ese total, 28 millones eran niños, niñas y adolescentes, NNA: 16 millones de ellos desplazados internos, y 12 millones refugiados o solicitantes de asilo (Unicef, 2018). La profundización de la pobreza y de la inequidad sistémica; la proliferación de conflictos bélicos en diversas regiones del mundo; el despojo territorial para el desarrollo de megaproyectos; los efectos del cambio climático y los desastres naturales, son algunas de las causas que explican este masivo movimiento translocal y transnacional que impacta a todas las regiones del mundo (Brickell y Datta, 2011).

Ante este panorama migratorio, el gobierno de Estados Unidos, EUA, y la Unión Europea, UE, por ser éstos algunos de los destinos migratorios más importantes del mundo, han respondido con un giro sin precedentes a la seguridad migratoria y al control fronterizo. A la llamada “era de las migraciones” (Castles y Miller, 2004), paradójicamente le ha correspondido la violenta “era de la seguridad migratoria” que, entre otras cosas, ha exacerbado la tensión entre la movilidad humana y las políticas de control. Actualmente, la geopolítica de la movilidad y del control (Hyndman, 2004), junto con la pobreza y la guerra, son fuentes de violencia que afectan directamente los cuerpos de millones de hombres y mujeres migrantes, de múltiples nacionalidades, de distintas edades, orígenes étnicos y de clase. Entre ellos, por supuesto, se incluyen millones de NNA, cuyos procesos de movilidad consideramos deben ser repensados como estratégicas formas de resistencia para la búsqueda de paz, de reunificación familiar y de construcción de nuevas posibilidades de vida para sí mismos, sus familias y comunidades.

En América Latina la situación no ha sido distinta. Actualmente ésta es la región más desigual del mundo (Cepal, 2016), y como respuesta a la violencia de la pobreza, durante décadas, millones de latinoamericanos han emprendido migraciones internas e internacionales. La formación social de nuestros países de hecho no es comprensible sin atender a su larga tradición migratoria, en la que EUA se ha consolidado históricamente como el principal destino migratorio (OIM, 2017). En consonancia con la complejización de la movilidad humana en el mundo, América Latina además de seguir siendo expulsora de migrantes, se ha tornado en receptora de inmigrantes y refugiados intrarregionales y extracontinentales —particularmente provenientes de África, Medio Oriente o Asia—, y también de sus propios connacionales retornados y/o deportados mayoritariamente desde EUA, siendo a la vez espacio de tránsito migratorio particularmente hacia ese mismo destino (Álvarez Velasco, 2016a).

Es en este complejo escenario en el que proponemos interpretar la configuración del histórico, pero poco estudiado, corredor migratorio extendido que va desde la Región Andina hasta EUA, pasando por Centroamérica y México. Este corredor resulta un ejemplo icónico contemporáneo, pues se ha ido configurando y transformando a lo largo de décadas por los efectos de la desigualdad estructural, por la exacerbación de la violencia, del control fronterizo y, desde luego, por las diversas formas de movilidad humana, entre las cuales la presencia de NNA ha sido y es un factor de notable importancia. Esto queda evidenciado en términos numéricos por el hecho de que entre los años 1990 y 2017 el número de niños, niñas y adolescentes migrantes en América Latina ha tenido un incremento sostenido de 20% a 25% respecto del total migratorio de la región (UN DESA, 2017).

La presencia y participación de NNA en ese corredor migratorio extendido está marcada por la diversidad de sus formas de movilidad. A lo largo de éste, NNA nacen y son criados en familias transnacionales (Parreñas, 2005) y transculturales. Algunos llegan a EUA desde países lejanos huyendo de la guerra, y buscando junto con sus familias ser reconocidos como refugiados. Otros han sido forzados a procesos de migración interna como estrategia de supervivencia debido a la profundización de la pobreza o el despojo territorial. Hay quienes optan incluso por huir solos de la violencia local y cruzar fronteras nacionales en busca de paz, como es el caso de muchos NNA centroamericanos. Otros más transitan desde sus países de origen guiados por traficantes, los así llamados “coyotes” o “polleros”, como sucede en el caso de la Región Andina, o incluso guiados por sus smartphones y por información digital, impulsados por el anhelo de reunirse con padres y madres migrantes en EUA. Debido al actual régimen de deportación instaurado por EUA y en el que México ha desempeñado un papel clave, otros tantos NNA son retenidos en centros de detención para ser deportados a sus países de origen, e incluso, hay quienes se tornan ellos mismos “coyotes” y se insertan al complejo mecanismo del tráfico de migrantes latinoamericanos hacia EUA. Es ante esta compleja y apremiante diversidad de flujos, movimientos y estrategias que reivindicamos la importancia de centrar nuestra mirada y nuestro entendimiento del corredor migratorio extendido en la experiencia y la participación de los NNA.

Este artículo surge de etnografías previas y en curso conducidas por ambas autoras a lo largo de ese corredor migratorio extendido en torno a la migración irregularizada en tránsito, a la violencia normalizada ejercida en contra de ese tipo de migración, y a la movilidad transnacional e interna de NNA.[1] Fue ese acercamiento empírico anterior junto con los más reciente acontecimientos políticos ocurridos en el corredor extendido y enmarcados bajo varias así llamadas “crisis de niños migrantes”, en 2013-2014, y la más reciente en 2018, lo que nos motivó a esbozar esta reflexión en torno a la movilidad transnacional de NNA a través del corredor migratorio extendido Región AndinaCentroamérica-México-EUA.

Aun cuando a lo largo de ese corredor migratorio extendido las formas de movilidad de NNA son múltiples y diversas, y aunque estas formas de movilidad se han venido configurando desde hace por lo menos cuatro décadas,[2] poco se ha discutido sobre cómo las experiencias y particularidades de la migración de NNA pueden servirnos para repensar el presente histórico de ese espacio geográfico transnacional. De hecho, como resultado del aprendizaje etnográfico acumulado y de la violenta coyuntura migratoria, nos surgen algunas interrogantes entrelazadas: ¿qué nos enseñan las históricas dinámicas migratorias de NNA en contraste a, y junto con, los procesos de movilidad adulta?; ¿cuáles son los espacios, actores y relaciones que los NNA contribuyen a configurar con su movilidad a lo largo del corredor migratorio extendido?; ¿cómo interpretar los flujos y la gran diversidad de casos y estrategias que conforman el fenómeno de la migración de NNA a lo largo de este corredor?; y, ¿qué nos dice la movilidad de los NNA sobre nuestro violento presente histórico?

En este artículo delineamos algunas respuestas a esas interrogantes. Sin embargo, no pretendemos ofrecer un análisis exhaustivo de datos empíricos que ilustren cada dimensión y manifestación del corredor migratorio extendido y la participación de NNA en su configuración, pues ese es un trabajo que se encuentra todavía en curso. Nuestro cometido es delinear una propuesta teórica y metodológica para dar cuenta de la dimensión histórica y la relevancia política contemporánea de la migración de NNA y su rol en la producción espacial de ese corredor transnacional. Proponemos así una posible entrada teórica que, combinando contribuciones desde la geografía crítica, los migratorios críticos y la antropología de la infancia, estimule a un debate subsecuente sobre los retos de etnografiar la complejidad del corredor migratorio extendido a partir de la participación y el protagonismo que los NNA migrantes han tenido y tienen en la configuración del espacio transnacional.

Tres secciones conforman este artículo. Poniendo en el centro del debate la diversidad de la niñez y adolescencia migrante en movimiento, en la primera sección haremos una descripción de las principales, mas no las únicas, dinámicas migratorias que histórica y actualmente configuran el corredor migratorio extendido en cuestión. Luego proponemos una aproximación teórica para interpretar y analizar la producción de corredores migratorios extendidos y el rol que la migración de NNA ha tenido en ese proceso. Concluiremos con una reflexión sobre los desafíos investigativos, y sobre todo políticos, que la niñez migrante como productora también de uno de los corredores nodales en las Américas nos plantea en el presente.

Aproximación histórica y contemporánea al corredor migratorio extendido Región Andina–Centroamérica-México-EUA desde la migración de NNA

En el año 2014 la prensa latinoamericana y estadounidense volcó su atención hacia los NNA migrantes, pues entre octubre de 2013 y junio de 2014 alrededor de 60,000 NNA migrantes no acompañados[3] llegaron hasta la frontera de México con EUA (La Jornada, 2014). La llegada de tantos NNA en tan poco tiempo no sólo desbordó los controles migratorios, sino también los servicios de atención social en ambos países, destapando una compleja realidad continental a la que poco se había atendido.

La prensa escrita y televisiva no tardó en titular a este evento como la “crisis humanitaria de niños migrantes no acompañados”, retomando la categorización que de ésta hizo el entonces presidente de EUA, Barack Obama (BBC, 2014). Si bien la gran mayoría de estos NNA provenía de Centroamérica, otros eran originarios del sur del continente, en particular de la Región Andina: Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia. De hecho, la muerte de Nohemí Álvarez, una niña ecuatoriana de 12 años en un albergue de Ciudad Juárez se convertiría más adelante en un acontecimiento emblemático de la “crisis silenciosa de los niños migrantes no acompañados”, como la llamaría Unicef (2016). Su suicidio, o lo que también se planteó como un posible asesinato, no sólo evidenció el desbordamiento de la violencia y la extrema vulnerabilidad de NNA migrantes, sino que puso en evidencia cómo entre la Región Andina —particularmente Ecuador—, Centroamérica, México y EUA, existe una acuciante problemática común: el nutrido flujo de NNA en constante movimiento. Esto es, NNA que salen de sus países de origen impelidos por la violencia de la pobreza, por los conflictos internos en “tiempos de paz” (Bourgois, 2001), buscando la posibilidad de reunificarse por la vía clandestina con sus padres y madres, o buscando otras formas de vida. Durante su tránsito migratorio ellos y ellas deben hacer frente a una multiplicidad de riesgos y violencias, algunas veces acompañados por “coyotes” y otras veces solos. Algunos teniendo que cruzar hasta siete fronteras nacionales, como es el caso de quienes viajan desde la Región Andina; atravesando controles migratorios ante el desconocimiento, incapacidad o incluso indiferencia de instituciones gubernamentales y de sociedades de origen y tránsito cuya capacidad de respuesta ante la migración de NNA sigue siendo precaria, y sobre todo insuficiente.

Bajo titulares como “Los niños de la frontera” (Univisión, 2014), o “EE.UU. desbordado por la crisis humanitaria de los niños sin papeles” (BBC, 2014), mediáticamente se puso el ojo en la “oleada migratoria”, como la categorizaron los medios. El manejo que las autoridades norteamericanas hicieron de la “crisis migratoria infantil” puso en evidencia una estrategia enfocada en la detención y la deportación, ajena a las causas estructurales y a los derechos de los NNA migrantes. Así, en EUA se incrementó la cantidad de albergues que pudieran funcionar como centros de detención para custodiarlos, as. Simultáneamente, en contra de cualquier marco de garantía de derechos, y aplicando medidas similares a las previstas para los adultos migrantes irregularizados, se aceleraron los procesos de deportación de migrantes menores de edad (BBC 2014).

Lo que no se explicó públicamente durante esa “crisis” fueron las causas estructurales que durante años han venido provocado el éxodo de NNA, ni que esos tránsitos desde la Región Andina hasta México datan de por lo menos cuatro décadas. Así, quedó borrado de la mirada mediática que el corredor migratorio extendido se ha ido trazando en la medida en que migrantes adultos, pero también los NNA, lo vienen transitando desde mucho tiempo atrás. De ahí que, si bien el incremento por miles en el número de NNA que llegaron hasta la frontera norte de México entre 2013 y 2014 fue un acontecimiento sin precedentes, su presencia es resultado de la formación y la transformación socioespacial de la dinámica migratoria latinoamericana, y no un acontecimiento extraordinario como se dio a entender en la cobertura mediática.

En este contexto, la muerte de Nohemí en circunstancias poco claras fue retratada como una tragedia desprovista de una contextualización histórica y una dinámica de desigualdad estructural. Su muerte sin embargo no puede ser comprendida sin atender primero al hecho de que sus padres, de origen ecuatoriano, emigraron a Nueva York cuando ella tenía apenas 3 años. Desde entonces ella quedó a cargo de sus abuelos, dos indígenas del cantón rural El Tambo, en la provincia de Cañar, uno de los históricos centros de emigración ecuatoriana hacia EUA. Debido a la imposibilidad de reunirse por vías regulares con ella, sus padres intentaron por segunda vez con la ayuda de “coyotes” llevarla a EUA. La travesía de Nohemí, que duró alrededor de un mes, implicó salir de Ecuador para viajar a Colombia vía aérea con un familiar, quien la entregó allí a un “coyote” para que ella continuara vía terrestre por Centroamérica hasta México. El periplo supuso que Nohemí atravesara fronteras clandestinamente, que estuviera a cargo de alrededor de treinta personas diferentes, y que sufriera abusos sexuales y que tuviera que enfrentar violencias de diversa índole que, según informes de la Procuraduría General de México, la habrían llevado a quitarse la vida (El Comercio, 2015).

Si bien la historia de Nohemí es un caso situado en la dinámica migratoria ecuatoriana, éste presenta muchas similitudes con la experiencia migratoria de miles de NNA originarios de países andinos, Centroamérica y México. Su muerte es sólo la “punta del iceberg” de la extrema y oprobiosa violencia que encuentra en los NNA migrantes sujetos particularmente vulnerables. La espectacularizada cobertura de su caso y de la “crisis de niños migrantes”, en general, explotó mediáticamente el dolor y la indignación colectivas que su caso despertó. Pero además contribuyó a desviar la atención sobre el papel y la responsabilidad que los Estados y gobiernos involucrados tienen de salvaguardar la seguridad y la integridad de NNA migrantes. Así como la incapacidad de estos actores de implementar desde hace décadas, acuerdos migratorios que ofrezcan a las familias vías legales y legítimas para la reunificación familiar y el cumplimiento del derecho humano de todo niño, niña y adolescente a tener una familia.

Más allá de la espectacularidad de esa “crisis”, a continuación analizamos cuatro elementos que, estando estrechamente interconectados, conforman al corredor migratorio extendido e ilustran la relación entre éste y el complejo y diverso fenómeno de la migración de NNA: 1. la historia del corredor; 2. algunas consecuencias de la externalización de la frontera sur de EUA; 3. la industria del tráfico de migrantes; y 4. la complejización y normalización de la violencia hacia las personas migrantes.

Mapa 1. Corredor extendido Región Andina-Centroamérica-México-EUA.

Fuente: Elvira Morán y Colectiva Infancias, 2017, para la exposición Dreaming Up North. Colectiva Infancias, 2017, El Museo del Barrio, NYC

La profundidad histórica del corredor migratorio extendido

En 1950 la población latina en EUA no superaba 1% del total de inmigrantes. Para 1995, ese porcentaje había llegado a 10%, y en 2006 alcanzó 14%. Actualmente, 55 millones de personas de origen hispano viven en EUA y representan 17% de la población total del país, siendo los migrantes de origen mexicano el grupo más numeroso. Se estima que para 2050 la población latina alcanzará 30% de la población total de EUA (Pew Research Center, 2014). Un reporte del Pew Research Center de 2014 nos muestra que de los 12 millones de migrantes irregulares residiendo en EUA, aproximadamente 9 millones son latinoamericanos. De éstos, 6.7 millones son de origen mexicano, es decir, el 60%. Sólo 2.3 millones de indocumentados son originarios de otras regiones del continente americano. A saber: 1.3 millones provienen de Centroamérica; 575.000 de Sudamérica; y, 350.000 de la región del Caribe (Pew Research Center, 2014).

Estas cifras nos permiten ver que el corredor migratorio extendido comenzó a configurarse y a cobrar forma por lo menos desde la década de 1950, forjado a partir de una compleja trama histórica de flujos migratorios interrelacionados entre la Región Andina (Kyle, 2000; Ruiz y Álvarez Velasco, 2016), Centroamérica (Villafuerte Solís, 2004; García Aguilar y Villafuerte Solís, 2014) y México para continuar hasta EUA. Es decir, durante ya varias generaciones millones de migrantes irregularizados, donde se incluyen NNA, han salido desde el sur del continente y se han ido sumando a flujos más grandes de migrantes centroamericanos y posteriormente al de mexicanos para cruzar su frontera norte y llegar hasta EUA. Sin embargo, casi no existen análisis académicos al respecto de su configuración y dinámica.

La externalización de la frontera de EUA a México y al sur del continente americano

Frente al intenso y abundante flujo de migrantes latinos hacia el que históricamente se ha constituido como el principal destino migratorio del mundo, el gobierno de EUA ha respondido, entre otras cosas, con la construcción de un muro fronterizo con México, con el endurecimiento de las políticas de deportación y repatriación, y con la restricción de las vías jurídicas para solicitar asilo (Peutz y De Genova, 2010). A la par de esto, ha puesto en marcha un complejo proceso de externalización de su frontera hacia el sur del continente.

Desde la década de 1990, y con mucha mayor intensidad a partir de 2001, a raíz de los acontecimientos del 11 de septiembre en Nueva York, el giro global hacia la “era de la seguridad migratoria” y el creciente despliegue tecnológico de nuevas formas de control fronterizo y migratorio, se han vuelto dos importantes condiciones para entender cómo la migración irregularizada ha sido representada como una amenaza, una invasión y un problema central de la llamada “gobernanza migratoria global” (Guild y Bigo, 2010; Walters 2011). El giro hacia el régimen securitista ha significado además una proceso deliberado de externalización de la frontera de EUA hacia México y otros países de la región Centro y Sudamericana, aunque en menor medida. Este proceso comprende el endurecimiento de los requisitos de visado a aquellos países que tienen un gran número de ciudadanos viviendo en los EUA; la imposición de la visa estadounidense como requisito para habilitar el ingreso a México de ciudadanos de varios países de centro y Sudamérica; la implementación de diferentes programas para reforzar el control migratorio en la frontera sur de México; la creación de “cinturones de seguridad” (Casillas , 2009) que confinan el tránsito irregularizado de migrantes a zonas rurales inhóspitas volviéndolo clandestino y altamente peligroso; y, el establecimiento de acuerdos de re-admisión y deportación en cooperación entre México y EUA (Brown, 2010; Anguiano, 2014; Varela Huerta, 2015).

La externalización de la frontera, como mecanismo de control migratorio, ha impactado directamente en la movilidad de NNA pues ha significado la firma de acuerdos bilaterales que, entre otras cosas, revelan la tendencia de transferir a México la responsabilidad de detener y deportar a los NNA migrantes en tránsito. La Iniciativa Mérida y el Programa Frontera Sur han iniciado un proceso de reconfiguración de los mecanismos de control y detención de los NNA migrantes en tránsito que parecen haber convertido a la totalidad del territorio mexicano en una frontera que habrá de imposibilitar su tránsito y acceso a EUA. Prueba de esto es que en los doce primeros meses del Programa Frontera Sur, las detenciones de migrantes realizadas por México aumentaron 99% respecto del año anterior, alcanzando 93,613 personas (Castañeda 2016: 3). Este mecanismo de control ha sido públicamente legitimado bajo discursos de “protección” a población in extremis vulnerable encarnada en NNA en movimiento. La detención y deportación, como Castro (2014) sugiere, sin embargo, da cuenta de aporías y contradicciones que se establecen entre los discursos y las acciones para “proteger y garantizar los derechos de los migrantes”, encubriendo en realidad prácticas de seguridad y de control a su movilidad (ídem: 32-34). De hecho, si los Estados que configuran el corredor migratorio extendido apuntarán efectivamente a “proteger” a los NNA migrantes no aplicarían la detención y deportación como forma de respuesta estatal, tal como lo hacen, sino, por ejemplo, apuntarán a la generación de procesos de reunificación familiar para garantizar su derecho a la familia, práctica que en cambio está fuera de las agencia estatales. Es más, el giro a la “era de la seguridad migratoria” encabezado por EUA ha repercutido inexorablemente en la imposibilidad de generar procesos de reunificación familiar por vías regulares, provocando que éstos tengan que realizarse por vías clandestinas, es decir, con la participación de “coyotes” y redes de tráfico de migrantes o “coyoterismo”.

Redes de coyoterismo: mecanismos de reunificación familiar y configuradoras espaciales del corredor migratorio extendido

La presencia de redes de “coyoterismo” o de organizaciones más o menos clandestinas que facilitan el tráfico y/o el tránsito irregularizado de personas a través del continente ha sido una constante desde hace al menos cuatro décadas que responde precisamente a ese incremento de control migratorio y a la imposibilidad de migrar libremente por vías regulares (Izcara Palacios, 2015; Álvarez Velasco, 2016, 2018).

Proponemos que estas redes, además de tener una importancia histórica que refleja el proceso de conformación espacial, han desempeñado una función social fundamental en la construcción de las dimensiones sociofamiliar y política del corredor migratorio extendido. Nos referimos a que la presencia de redes transnacionales de “coyoterismo” y de coyotes especializados en el tránsito irregular de NNA han hecho posible la reunificación familiar de NNA originarios de la Región Andina, Centroamérica y México con sus padres migrantes asentados en EUA. Se trata de procesos de reunificación que son casi imposibles de lograr por vías regulares, por lo que estas redes especializadas de tránsito clandestino de NNA se han conformado como estrategias que reemplazan la construcción de acuerdos políticos entre los Estados.

De los casi 12 millones de migrantes irregularizados que viven en EUA, 80% es originario de América Latina, 60% de los cuales ingresó a dicho país de manera clandestina, y de ellos 97% lo hizo por México (Passel y Cohn, 2010). Datos aproximados señalan que más de 400 mil entradas ilegales se producen anualmente sólo en la frontera MéxicoEUA (UNODC, 2016). La mayoría de migrantes contratan los servicios de industrias clandestinas para cruzar. Así, con la ayuda y la guía experta de “coyotes” y transitando a pie, escondidos en vehículos, o por túneles subterráneos atraviesan una de las fronteras más vigiladas en el mundo (Andreas, 2013; Sánchez, 2015). El costo de transitar con la ayuda de un coyote por las distintas rutas difiere según la ruta y el país de origen: entre México y EUA se llega a pagar ente 3,000 y 4,000 USD, o hasta 15,000 USD por rutas que evitan el cruce por el desierto y requieren el pago de cuotas y sobornos a distintas autoridades; fuera de México esta cifra fluctúa entre 10,000 y 20,000 USD (Álvarez Velasco y Guillot, 2012). Si bien el “coyoterismo”, o “coyotaje” (Izcara Palacios, 2015) ha persistido a lo largo de cinco décadas, éste ha experimentado varias transformaciones que dan cuenta de las conexiones entre la Región Andina, Centroamérica, México y EUA para su operación.

Un caso ilustrador es el ecuatoriano. De acuerdo con actores vinculados con la Pastoral de Migrantes de la Pastoral Social de Cuenca, Ecuador, e investigadores locales del Azuay y Cañar —zona histórica de emigración ecuatoriana hacia EUA—, desde la década de 1970 hasta la actualidad se ha establecido un vínculo familiar en cadena entre quienes emigraron y emigran vía “coyoterismo”. Entre 1970 y 1980 partieron los primeros migrantes; entre 1980 y 1990 sus esposas viajaron para reunirse con sus parejas; luego, entre 1990 y el año 2000 los hijos mayores y las esposas de éstos les siguieron para reunificarse de manera informal con sus familiares en EUA; y ahora los hijos segundos o adolescentes de entre 11 y 18 años siguen viajando con ayuda de los mismos coyotes para reunirse con sus familiares en el país del norte. Así lo hacen también los jóvenes deportados, mayoritariamente hombres, que recomienzan su ruta migratoria clandestina hacia EUA (Ruiz y Álvarez Velasco, 2016).

El conocimiento local también da cuenta de diversas formas de “coyoterismo”. Primero, del “coyoterismo” artesanal-familiar —finales de 1970 hasta 1980—, un negocio configurado a partir de los primeros migrantes y donde el coyote acompañaba a los y las migrantes desde la Región Andina hasta EUA. Segundo, el “coyoterismo” profesionalizado —de finales de 1980 hasta principios del año 2000—, donde los coyotes” fueron incorporando el uso de nuevas tecnologías para la comunicación y configuraron las primeras redes transnacionales sostenidas entre países. En tercer lugar, el “coyoterismo” transnacionalizado —del año 2000 al presente— en el que por una parte los “coyotes” ecuatorianos operan como brokers locales de redes transnacionales de migración controlando sólo ciertos tramos de la larga ruta Ecuador-Centroamérica-México-EUA. Esa sería la manera en que NNA salen desde el país andino hacia EUA. Dentro de esta última forma de “coyoterismo” encontramos también coyotes novatos, o migrantes deportados que al conocer ya las rutas de tránsito clandestino se convierten ellos mismos en coyotes o vuelven a intentar el cruce solos, guiados por sus smartphones (Stone-Cadena y Álvarez Velasco, 2018).

Si bien esta argumentación surge del caso ecuatoriano, bien podría extenderse a otras localidades de la Región Andina y del continente que tienen una larga historia migratoria. De hecho, durante los últimos años se ha constatado que NNA migrantes no sólo de la Región Andina, sino sobre todo de Centroamérica, transitan solos y con la ayuda de “coyotes” por el corredor extendido. Esto se ha hecho visible a través de las tasas de detención y deportación registradas por EUA y México, las cuales dan cuenta del incremento de migraciones infantiles autónomas y de la creciente necesidad de los NNA de reunirse con sus padres y madres migrantes en EUA (Unicef, 2017).

Es decir que, a lo largo de diversos ciclos migratorios, y en la medida en que el control migratorio se ha reforzado, el rol de los “coyotes“ se ha afianzado para habilitar la salida de generaciones de migrantes, facilitando durante décadas la reunificación familiar entre NNA y sus padres y madres migrantes. Esta situación nos revela la existencia de varias generaciones, compuestas por millones de NNA cuya infancia ha transcurrido en la ausencia de sus padres, en la espera de que éstos vuelvan o “manden por ellos”, o bien en el intento de llegar hasta donde éstos están. La dimensión del impacto que lo anterior habrá de tener en la formación social latinoamericana es algo que todavía está por vislumbrarse. Pero ciertamente los países de origen, tránsito y destino pronto tendrán que generar investigaciones, en primer lugar, con base en etnografías situadas y, luego, políticas públicas que permitan lidiar con las consecuencias de este fenómeno, más allá de intentar frenar el crecimiento de las pandillas o contener el flujo migratorio.

La complejización, expansión y normalización de la violencia

La violencia de la desigualdad estructural, la inequidad y la pobreza extrema está completamente imbricada en el proceso configuración del corredor migratorio extendido. El proceso de su conformación histórica, espacial y política está también atravesado por la violencia de la pobreza que expulsa a los padres y a las madres de sus países de origen y fuerza años después a los NNA a emigrar solos o con ayuda de coyotes con el anhelo de reunirse con ellos. Al mismo tiempo, el corredor migratorio extendido está marcado por múltiples formas de violencia ejercidas por distintos actores.

Sea que ellos y ellas partan desde sus países de origen en la Región Andina, desde Centroamérica o desde México para trasladarse por el corredor hasta EUA bajo esquemas de reunificación familiar clandestina, o sea que lo hagan de manera autónoma huyendo de la violencia en sus comunidades de origen; todos enfrentan desafíos, riesgos y violencias que van desde enfermedades, condiciones insalubres, hambre, violencia psicológica, abusos de poder, accidentes en el camino, hasta posibles violaciones, torturas, abusos físicos, secuestros, la posibilidad de caer en redes de trata, comercio sexual y esclavitud infantil, e incluso la muerte.

La violencia que afecta a NNA migrantes se explica también por el vacío de la acción estatal de los países de origen, tránsito y destino.

Ésta es consecuencia de la ausencia de mecanismos que protejan efectivamente a NNA migrantes, que combatan la corrupción de aquellos actores estatales involucrados en los diversos entramados de ilegalidad que les afectan y, sobre todo, que posibiliten procesos regulares de reunificación familiar o que actúen decididamente para transformar las condiciones de pobreza, exclusión y desigualdad que afectan sus localidades de origen.

Todas las rutas transitadas por los migrantes sean éstas aéreas, marítimas, terrestres o combinadas, a lo largo del corredor extendido, todas implican enfrentarse a diversas formas de violencia perpetradas en diferente grado e intensidad por los actores que operan a lo largo de esta zona de tránsito: cárteles del narcotráfico, redes de trata, delincuentes, autoridades corruptas y coludidas con redes criminales, etc., al punto que el corredor México-EUA se ha convertido en una verdadera violenta frontera preliminar o “muro humano de violencia” que migrantes irregularizados, incluyendo NNA en tránsito, lo deben confrontar (ver Álvarez Velasco, 2016b). Cálculos conservadores estiman que más de 40 mil migrantes han muerto en ese corredor en las dos últimas décadas (Perasso, 2013), sin que sepamos cuántas de estas muertes corresponden a NNA. Muchos de los riesgos y formas de violencia a los que están expuestos los NNA migrantes coinciden con los que aquejan a los migrantes adultos. Sin embargo hay algunas manifestaciones de la violencia que afectan mayormente a NNA migrantes, como son la trata con fines de explotación sexual, el tráfico de órganos, o el reclutamiento para el tráfico de drogas a través de la frontera —en el caso de los adolescentes varones, principalmente—. A esto se suma la violencia que las políticas de deportación ejercen sobre NNA, ya sea mediante su expulsión del país o la separación de sus padres y familiares; son formas de violencia que se normalizan en la vida cotidiana de esos NNA, de sus familias, y en las comunidades de origen, tránsito y destino (Álvarez Velasco, 2016a).

Aun cuando los NNA latinoamericanos han transitado clandestinamente por el corredor extendido Región Andina-CentroaméricaMéxico-EUA desde por lo menos hace cuatro décadas, es apenas en los últimos años que este fenómeno migratorio ha sido visibilizado. Esto se debe en gran medida a que los costos sociales y la violencia desbordada que acompaña el tránsito han capturado la atención estatal y social.

Ahora bien, ¿cómo interpretar la configuración histórica y las trasformaciones contemporáneas de este corredor atravesado por y articulado con base en múltiples violencias? A continuación ofrecemos una propuesta teórica para el análisis de este corredor como un proceso transnacional y multiescalar de movilidad y de construcción social del espacio, propuesta que podría estimular a etnografías situadas futuras en torno a este este histórico y contemporáneo espacio geográfico.

El corredor migratorio extendido y los NNA migrantes:
una aproximación teórica

Como ejemplificamos en la sección previa, concebimos el corredor migratorio extendido Región Andina-Centroamérica-México-EUA, no como una realidad material que existe a priori de la práctica social que le es constitutiva. Con base en contribuciones de la geografía crítica (Lefebvre, 1991 [1974]; Massey, 2005; Harvey, 2006; Smith, 2008 [1984]), interpretamos el corredor migratorio, y en general el espacio en su diversidad espacial multiescalar —global, regional, local, familiar, barrial, cotidiana, e incluso corporal, íntima y subjetiva— (Brenner, 1999), como un constructo social, es decir, con una importante dimensión histórica resultado de determinados procesos y relaciones socioespaciales de poder que al estar en constante reconfiguración transforman y reconfiguran también el espacio (Lefebvre,1991).

Nuestro interés interpretativo por tanto no está centrado exclusivamente en el corredor migratorio per sé, comprendido como espacio delimitado, “atrapado territorialmente” (Agnew, 1994), o fijado en un mapa. La relevancia de plantear la existencia de este corredor reside en proponerlo como un espacio en constante construcción a partir de las interrelaciones de poder que lo producen y continuamente lo transforman y reproducen. Se trata, siguiendo los planteamientos de Lefebvre (1991), de pensarlo como un “espacio abstracto”, que existe más allá de la mera representación cartográfica, pero que se delinea y configura como producto de diversas relaciones de poder. Es decir, es un espacio que existe en cuanto producción social como constructo de relaciones sociales y de poder, donde la movilidad humana, pero también de mercancías, de capital y de bienes, ha sido y es determinante. Éste es un espacio que trasciende los límites de los Estados nacionales, y cuya comprensión requiere necesariamente superar cualquier nacionalismo metodológico (Wimmer y Glick-Schiller, 2002) que permita indagar en las históricas interrelaciones suscitadas por la movilidad humana; y en los efectos que tanto la violencia de la pobreza como la de la geopolítica de la movilidad y el control migratorio han tenido en su formación espacial (Álvarez Velasco, 2017, 2018).

Proponemos al corredor migratorio extendido como un espacio abstracto que emerge del surgimiento y la configuración de diversas formas de movilidad, y como respuesta a las distintas formas de violencia —desigualdad, exclusión, geopolítica de la movilidad y el control fronterizo— que han determinado su formación espacial. Una de las prácticas humanas que por excelencia produce y reconfigura el espacio históricamente ha sido y sigue siendo la migración interna e internacional. Retomando los aportes de la geografía de la movilidad, colocamos en el centro del análisis a los sujetos en movimiento, en este caso a NNA migrantes, y concebimos sus prácticas de movilidad como productos sociales e históricos. Es decir, no como fenómenos que suceden a través del espacio, sino que existen y se configuran en la medida en que lo van produciendo (Creswell, 2006; Creswell y Merriman, 2011). De ahí que sea fundamental analizar las políticas y prácticas producidas por el fenómeno mismo de la movilidad, pero también todas aquellas prácticas, políticas y relaciones suscitadas como parte de las reacciones y repercusiones que la movilidad produce. En este sentido, concebimos a los NNA migrantes como sujetos en movimiento dentro de una “constelación de poder” (Creswell, 2006) con anclajes históricos y geográficos específicos.

Al poner en el centro la práctica humana como productora del espacio, optamos por una mirada que nos permita comprender la migración como un movimiento contingente y contestatario (Mezzadra 2011), que busca responder y resistir a dinámicas locales/globales de opresión, violencia y desigualdad, y que tiene profundas repercusiones espaciales.

Esto no significa por ningún motivo que la migración opera de manera independiente a los regímenes de control, sino más bien que las políticas de control migratorio son producidas como respuesta al movimiento contestatario de los migrantes (Martignoni y Papadopoulos, 2014: 38). En este sentido, son una respuesta a la serie de relaciones de hegemonía y de sujeción que el propio movimiento de los migrantes, autónomo, contestatario, productor de otras posibilidades de vida, genera frente a los regímenes espaciales de configuración de la desigualdad, amenazando con romperlos y subvertirlos.

Es bajo esta clave interpretativa que proponemos analizar la migración contemporánea de NNA. Es decir, no como un mero desplazamiento geográfico, sino como una dimensión crucial para el análisis de la configuración transnacional de los regímenes contemporáneos para el control de la movilidad humana y la producción y reproducción del orden geográfico desigual (Harvey, 2005, 2006). La migración masiva de NNA constituye, a nuestro parecer, la más dramática y paradigmática manifestación de la poderosa capacidad de respuesta y resistencia de los sujetos más vulnerables y, en un amplio sentido de la palabra, indefensos —mas no pasivos ni inermes— frente a las violentas estructuras globales de subordinación y exclusión.

El crecimiento exponencial del éxodo de NNA es un acontecimiento sin igual en la historia de nuestro continente. Consideramos que sus distintas dinámicas de migración deben ser pensadas como una reacción contestataria, como proponen Martignoni y Papadopoulos (2014), frente a regímenes de exclusión, violencia y muerte. Estos son millones de NNA que migran, guiados y alentados por sus padres algunas veces, o de manera autónoma y subrepticia otras tantas, con lo que rechazan la inexorabilidad de las fronteras. Son NNA que resienten y resisten al exilio forzado de aquella vida pasada en la que tuvieron una familia, una cotidianidad relativamente tranquila, la posibilidad de estudiar o de anhelar un futuro distinto. La suya es una resistencia sigilosa, más bien furtiva, empujada a la clandestinidad, que a veces surge “a cuenta gotas” y otras veces surca territorios en grandes grupos. Los NNA corren el riesgo no sólo de perder la vida al intentar atravesar las mismas siete fronteras que son parte de ese corredor migratorio extendido, sino que también éstas tienen el potencial de regir y determinar el curso entero de su ciclo vital, de sus relaciones sanguíneas más cercanas y de sus vínculos emocionales más importantes.

Al proponer pensar la migración de NNA, su evolución histórica y las normalizadas formas de violencia y sujeción a las que ellos y ellas se enfrentan actualmente, no sólo buscamos resaltar la importancia de pensar el espacio como un medio de producción de dominación y poder, en el que NNA podrían aparecer como meras víctimas pasivas.

Sino que además buscamos mostrar que la migración de NNA en nuestro continente constituye una dimensión todavía insuficientemente atendida y analizada como clave epistemológica y política para releer las violentas dinámicas de producción y reproducción de la movilidad, la exclusión y el espacio.

Consideramos que para interpretar las dinámicas de despojo, subordinación y exclusión producidas por este orden global desigual es fundamental comprender críticamente la manera en que los cuerpos, las vidas y las subjetividades de NNA, están siendo expuestos a una multiplicidad de violencias por una parte ideadas, instauradas, legalizadas y legitimadas por el Estado. Y por otra, perpetradas por actores no estatales como redes criminales que reclutan, trafican, explotan y ejercen todo tipo de violencia física y emocional sobre NNA migrantes.

Al hablar de las prácticas estatales de violencia nos referimos a las operaciones de detención, procesamiento judicial y deportación operadas por agentes y autoridades en ambos lados de las fronteras norte y sur de México, en las que NNA son sujetos a procedimientos que devienen en tortura. Por ejemplo, al ser detenidos en las famosas “hieleras”[4] , separados de sus padres, albergados en condiciones infrahumanas, interrogados de manera repetida, amenazados, golpeados e incluso abusados sexualmente, como revela un reporte publicado hace algunas semanas (ACLU e IHR Clinic, 2018) sobre el trato de NNA migrantes en el lado americano de la frontera. Del lado mexicano de la frontera, los abusos por parte de las autoridades tampoco son desconocidos para los migrantes (ONC, 2015; Rosagel, 2015).

Pensamos, asimismo, en todas aquellas violencias que se producen e incrementan como consecuencia de distintas prácticas, tecnologías y regímenes de control producidos por el Estado.[5] Por ejemplo, la movilización masiva de NNA que emprenden el periplo migratorio a través del corredor migratorio extendido Región Andina-Centroamérica-México-EUA, impulsados por la esperanza de reunirse con sus padres y madres frente a la omisión de los Estados de producir mecanismos legales para ello (Ureste, 2014). Así también, la creciente clandestinización de la migración de NNA autónoma y “no acompañada” que viaja en busca de refugio humanitario (CIDH, 2015). La creciente criminalización de la migración familiar que actualmente está siendo castigada por el gobierno de EUA mediante la separación de padres e hijos en los centros de detención (Dickerson, 2018). El florecimiento de nuevas redes criminales que han encontrado en la movilidad de NNA no sólo un negocio redituable, sino también una fuente de explotación para el tráfico sexual y de órganos (CNDH y Unicef, 2009). La aparición y recrudecimiento de todas estas formas de violencia pueden ser pensadas como una consecuencia directa e indirecta de distintas políticas de control y regulación migratoria.

Con lo anterior, proponemos que para analizar el corredor migratorio extendido a partir de la participación histórica de NNA han de tomarse en cuenta tres dinámicas de producción espacial: la supranacional, la nacional/institucional, y la subjetiva, mismas que describimos a continuación y pensamos pueden ser guía para necesarias etnografías situadas futuras.

a. Las dinámicas productoras del espacio supranacional en el que las violencias hacia NNA migrantes trascienden y desdibujan las fronteras

Las violencias que afectan a los NNA no se limitan a una demarcación geográfica nacional específica, sino que también se despliegan a través de las fronteras, se producen y reproducen en distintos lugares y espacios a lo largo del corredor migratorio extendido. La vulnerabilidad específica de NNA a ser secuestrados, extorsionados, traficados, abusados sexualmente, pero también detenidos, deportados, trasciende las fronteras de países de origen, tránsito y destino. Pensamos la concreción de esta dimensión del espacio a partir de la disolución del poder del Estado nación frente a su incapacidad de hacer frente a una dinámica transnacional y supranacional. Constituida además por redes criminales clandestinas, operando en los márgenes del Estado, en constante flujo, transformación y reinvención. En esta dimensión la violencia produce otros espacios que trascienden las fronteras del Estado nación y por lo tanto otras formas de transitar, aprehender, pensar, imaginar y apropiarse del espacio y de las geografías. Al mismo tiempo, organizaciones no estatales, como las asociaciones civiles transnacionales y las organizaciones eclesiales, generan también espacios supranacionales de apoyo, acogida y santuario para migrantes que de la misma forma desafían la existencia de las fronteras del Estado nación. Otra componente relevante de esta característica es la de los medios de comunicación, pues en tanto que NNA migrantes suelen hacerse visibles al ojo público, como durante las así llamadas “crisis”, en tanto sus tránsitos son convertidos en productos mediáticos altamente “vendibles” como parte de un espectáculo que reproduce la violencia, desviando estratégicamente la atención social y política de las causas estructurales que la producen.

b. Las dinámicas productoras del espacio estatal/institucional que internalizan las fronteras y actúan sobre los cuerpos y las subjetividades infantiles

Según Menjívar (2014), el efecto de las fronteras se percibe no solamente mediante su externalización territorial, sino también mediante su internalización al interior del espacio nacional. Pensamos que de hecho muchas formas de violencia y de control fronterizo que pesan sobre los migrantes se concretan y se hacen presentes en los espacios nacionales a través de las intervenciones y operaciones de las instituciones estatales.

Por ejemplo, a través de los procedimientos burocráticos, prácticas, protocolos, tecnologías, indumentarias —uniformes—, símbolos —logotipos—, actores —Oficiales de Protección a la Infancia, OPIS; psicólogos; médicos; trabajadores sociales; procuradores; jueces especializados en la atención a NNA migrantes—, y estructuras arquitectónicas —centros de detención, estaciones migratorias, albergues infantiles, casas de acogida, albergues comunitarios— que materializan e instrumentalizan las fronteras a través de la práctica cotidiana del Estado y sus agentes. Estos espacios forman parte de ese corredor migratorio extendido y dan cuenta de cómo ese proceso de internalización de las fronteras interviene sobre los cuerpos, en este caso de NNA, al detenerlos, resguardarlos, encerrarlos, tutelarlos, clasificarlos, separarlos, custodiarlos, deportarlos. Así como sobre sus subjetividades, para examinarlas, interrogarlas, problematizarlas, someterlas a terapia, reconocerlas como víctimas o como merecedoras de refugio humanitario.

c. Las dinámicas productoras del espacio anímico, de agencia y resistencia infantil Pensamos el cuerpo, junto con lo anímico y las emociones, como dimensiones espaciales íntimas cruciales para los procesos de construcción de subjetividad, y como espacios desde los cuales los seres humanos resentimos y respondemos también a las múltiples violencias de la desigualdad geopolítica (Hyndman, 2004). En el corredor migratorio extendido, el espacio subjetivo/anímico de la niñez migrante es el que da cuenta de cómo ellos y ellas son agentes que perciben, construyen, interpretan, aprehenden e imaginan el espacio como un entramado de relaciones de poder que tiene concreciones geográficas específicas; y cómo responden y resisten frente a esto. Pensamos en cómo NNA contribuyen a producir el espacio a partir de su capacidad de agencia, es decir, con base en sus saberes, experiencias y capacidades para actuar sobre su entorno y sus condiciones de vida para tomar decisiones y eventualmente transformarlas. Por ejemplo: al emigrar de manera autónoma para buscar otras oportunidades de vida, al pedir a sus padres que les consigan “coyotes” para reunirse con ellos, emigrando para escapar de la violencia de las pandillas, o al convertirse en migrantes internos/trabajadores agrícolas para aportar al sustento familiar, por mencionar algunas.

Pensamos también en los vínculos emocionales y las estrategias anímicas, psicológicas, así como logísticas y materiales que NNA van configurando antes, durante y después del tránsito migratorio. Por ejemplo: al organizarse en grupos de amigos para enfrentar el viaje; al comunicarse por redes sociales para compartir consejos, alertas y rutas; al dar nuevos usos a la tecnología celular para descubrir rutas clandestinas, al establecer relaciones amorosas o afectivas con los coyotes y/o traficantes que posibilitan su tránsito (Guillot Cuéllar, 2013); al proteger a los hermanos/as menores durante el viaje.

Pensamos además en la capacidad de NNA para desear y prefigurar otros escenarios vitales que les ayudan a sostenerse frente a las múltiples formas de violencia que enfrentan. Esta dimensión espacial posiblemente sea la menos explorada por quienes estudiamos los procesos migratorios latinoamericanos, en tanto que muchas veces se desestima e invisibiliza la importancia del espacio íntimo/anímico para que NNA migrantes logren sobreponerse y sobrevivir a la dureza del viaje. Sin embargo, es en esta dimensión espacial donde se constata la importancia de comprender el papel de la subjetividad migrante en la construcción de los procesos, espacios y fenómenos de movilidad humana, y en la cual la etnografía situada puede hacer un aporte sustantivo.

Reflexiones finales

En este artículo hemos mostrado la relevancia analítica y política de pensar la configuración histórica del corredor extendido Región Andina-Centroamérica-México-EUA como un “espacio abstracto” que surge en tanto es producido por los propios actores que lo transitan y las dinámicas de poder, control migratorio, violencia, desigualdad, externalización de las fronteras, contestación y resistencia que constantemente se crean y recrean en él. Hemos propuesto asimismo que privilegiar las experiencias infantiles de migración y centrar nuestra atención en las distintas dinámicas y flujos migratorios que NNA configuran o contribuyen a moldear representa una mirada analítica indispensable para comprender en profundidad tanto el corredor migratorio, como la movilidad humana contemporánea en el continente americano.

Interpretar críticamente la producción de este corredor migratorio extendido supone, como hemos visto, superar cualquier nacionalismo metodológico para indagar en las históricas interrelaciones suscitadas por la movilidad de la niñez y la adolescencia. Consideramos que este corredor sólo puede aprehenderse en su complejidad si lo pensamos como resultado de la confluencia de una multiplicidad de experiencias y respuestas migratorias infantiles, configuradas desde una multiplicidad de edades, contextos socioeconómicos, orígenes étnicos, nacionalidades, condiciones migratorias regularizadas e irregularizadas, acompañadas y no acompañadas, en tránsito, deportación, retorno, desplazamiento forzado, migración interna, inmigración voluntaria o decidida por los padres, etcétera.

Cada una de las dimensiones planteadas para analizar la configuración de ese espacio geográfico supone analizar cómo la violencia de la pobreza, la de la geopolítica de la movilidad y la del control migratorio son vividas por NNA en sus espacios y vidas cotidianos e íntimos (Hyndman, 2004). Por tanto, planteamos sus distintas formas y estrategias de movilidad como una respuesta y un intento de resistir a estas violencias y las proponemos como dinámicas de construcción del espacio que nos permiten entender mejor los procesos de configuración de la violencia, pero también la capacidad de NNA para enfrentarse y resistir a ella a lo largo del espacio abstracto del corredor migratorio extendido.

Destacamos que en las tres dinámicas espaciales de ese corredor la ambivalencia y la tensión entre la condición de víctimas y de actores sociales de los NNA están presentes; pues si bien la capacidad de agencia y de resiliencia de NNA los convierten en sujetos activos y hasta cierto punto autónomos, es precisamente esto lo que muchas veces los coloca en peores condiciones de vulnerabilidad. Así como enfatizamos la capacidad de NNA de informarse, prepararse, decidir y construir estrategias para enfrentarse al periplo migratorio, señalamos la importancia de incluir en el análisis su relativa condición de desconocimiento —de la geografía, los riesgos, los funcionamientos institucionales—, ingenuidad y candidez que también los exponen a otros niveles y dimensiones de peligros, y por tanto producen, junto con todo lo anterior, manifestaciones muy específicas de la violencia y del espacio a lo largo del corredor migratorio extendido.

En el contexto actual donde todos los días niños, niñas y adolescentes emigran, sufren violencia, desaparecen durante el tránsito e incluso desaparecen cuando son puestos en custodia mientras esperan los juicios migratorios en EUA (Nixon, 2018); en una época en que las familias están siendo separadas durante el proceso de detención como estrategia gubernamental de castigo y disuasión de la migración (Cummings, 2018), se vuelve aún más pertinente preguntarnos no sólo por la utilización de los cuerpos de NNA y sus relaciones afectivas más vitales como espacios para la materialización de las fronteras y el ejercicio del control migratorio, sino también por aquellos procesos de naturalización de la violencia en las comunidades de origen, tránsito y destino, que está directamente relacionada con el periplo migratorio así como con la condición de ser migrante. Esperamos así que esta propuesta analítica a debate resuene en posibles etnografías situadas a lo largo del corredor migratorio extendido para historizar y actualizar la comprensión crítica en torno a cómo prácticas de movilidad de NNA en tensión con diversas relaciones de poder, reconfiguran este espacio abstracto desde cuatro dimensiones que reflejan su configuración histórica y la violenta realidad empírica que lo define.

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desaparecidos”, BBC, 21 de mayo, disponible en http://www. bbc.com/mundo/noticias/2013/05/130520_base_de_datos_ migrantes_desaparecidos_vp

Rosagel, S., 2015, “Muerte, trata, violación… el drama de migrantes en México es peor que el de Europa: ONGs”, Sin Embargo, 9 de septiembre.

Univisión, 2014, “Los niños de la frontera”, disponible en https://www. univision.com/noticias/la-huella-digital/crisis-humanitaria, Univisión, 3 de marzo.

Ureste, M., 2014, “Viajar con un coyote: la odisea de dos niños para reunirse con sus padres en EU”, Animal Político, 9 de septiembre.

Notas

* Maestra en antropología social por la Universidad Iberoamericana de la ciudad de México, México. Se encuentra finalizando el doctorado en Geografía Humana en el King’s College London, United Kingdom. Temas de interés: migración transnacional, particularmente migración en tránsito, y la relación entre violencia, migración indocumentada y Estado, https://orcid.org/0000-0002-8836-7063, correo e.: savgesoil@gmail.com

** Antropóloga mexicana adscrita al Observatorio de Investigación con las Infancias de El Colegio de Sonora con una cátedra del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, México. sobre migración y trabajo infantil. Actualmente dirige y codirige proyectos de investigación financiados por la National Geographic Society y la Alianza Interuniversitaria Sonora-Arizona. Temas de interés: infancia, migración y la antropología del estado de Sonora, https://orcid.org/0000-0002-3587-087X, correo e.: valentinaglockner@gmail.com

Fecha de recepción: 05 06 18; Fecha de aceptación: 04 12 18.

1 Ver Glockner Fagetti (2008, 2012), Álvarez Velasco y Guillot (2012), Álvarez Velasco (2016b).

2 Para los casos sudamericanos ver Ruiz y Álvarez Velasco (2016); para los centroamericanos, ver Villafuerte Solís (2004), Alba y Castillo (2012), García Aguilar y Villafuerte Solís (2014).

3 De acuerdo con Unicef (2018), los niños, niñas y adolescentes migrantes irregularizados y no acompañados, como aquellas personas que son menores de 18 años —entre 0-12 años niñas y niños, y entre 12-18 años adolescentes—, que se encuentran fuera de su país de origen, sin documentación oficial de identificación —cédula de identidad o pasaporte—, y sin compañía ni cargo de responsabilidad de un representante legal sea padre, madre u otro pariente con representación legal acorde.

4 Los migrantes detenidos en EUA se refieren como “hieleras” a las habitaciones donde son resguardados durante horas esperando a ser interrogados o albergados durante varios días en los centros de detención. Se llaman así por las temperaturas tan bajas que incluso se han reportado casos de congelamiento de extremidades como dedos de pies y manos debido a que algunos niños han llegado a pasar semanas enteras en ellas (ACLU e IHR Clinic, 2018).

5 En 2017 la relatora especial de ONU sobre la venta y explotación sexual de NNA advirtió que las actuales respuestas de los Estados ante las diversas formas de explotación que enfrentan los NNA que huyen de los conflictos y de las crisis humanitarias fueron en gran medida “ineficaces y condujeron a la precariedad”. De igual manera señaló que “la existencia de numerosos casos de explotación sexual de niños, incluso en los campamentos de refugiados y en las instalaciones estatales, es un indicador adicional del fracaso de un sistema que debería proteger a los niños migrantes (MMM, 2017).