¡Ahora que ya tenemos Internet!
Usos de la Internet entre jóvenes rurales
de Quintín Arauz, México

Now that we Have Internet!
Uses of the Internet Among Rural Youth
from Quintín Arauz, México

Anabel Alejandra Ramírez-Pacheco[*]
Dora Elia Ramos-Muñoz[**]
Ramón Abraham Mena-Farrera[***]
Aída Analco-Martínez[****]

Resumen: Se presenta el uso del teléfono celular y tabletas en jóvenes entre 15 y 21 años de Quintín Arauz, Centla, Tabasco, poblado rural e indígena del sureste de México con un alto índice de jóvenes escolarizados. Coexisten en el lugar el uso cotidiano de Internet y las actividades tradicionales: pesca y agricultura, además de las actividades lúdicas y de esparcimiento como jugar fútbol e ir a nadar al río. La investigación explora desde el enfoque utópico y distópico el reciente uso de tecnologías de información en contextos rurales y documenta “a ras de suelo” cómo se vive la promesa de conectividad; aporta evidencias de las capacidades desiguales de las y los jóvenes rurales ante esta eventualidad prometedora y abierta, designándolos como consumidores.

Palabras clave: juventud rural, redes sociales, teléfono celular, tabletas, sureste de México.

Abstrac: The article presents the use of cell phones and tablets by youngsters ranging in age from 15 to 21 in Quintín Arauz, Centla, Tabasco, a rural indigenous community with high rates of schooling youths in Southeastern Mexico. The use of Internet coexists with traditional activities like fishing and agriculture, as well as recreational and leisure activities such as playing soccer and swimming in the river. This research explores from utopic and dystopic frameworks the recent use of information technologies in rural areas, documenting on the ground level how the promise of connectivity is lived; we provide evidence of the unequal capacities of rural young people in the face of promising and open information technologies, designating them as consumers.

Keywords: rural youths, social networks, cell phone, tablets, Southeastern Mexico.

Introducción

Una de las características que define a la juventud rural de México a principios del siglo XXI es la experiencia de lo digital, como consecuencia del uso de nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación, TIC, en situación de precariedad (Martín-Barbero, 2008). Si bien la juventud rural cuenta con mayor acceso a la educación e información, al mismo tiempo se enfrenta a un restringido acceso al empleo (ibíd.). Al ser un grupo objetivo de las políticas públicas y la mercadotecnia es considerado sujeto-actor de cambios (Hoppenhayn, 2004, en Martín-Barbero, 2008). Por tanto, es pertinente dar nuevas respuestas a la pregunta: ¿cómo se vive la juventud en un espacio rural en el sur de México? Este artículo se propone hacerlo, considerando tres dimensiones: 1. los medios de comunicación que los conectan con Internet por medio del teléfono celular y las tabletas, 2. el uso del tiempo libre, y 3. la asistencia a la escuela. El apartado de discusión refiere y recupera lo que Urteaga (2007) consideró como una deuda de la antropología respecto a los estudios juveniles: la relación de los medios de comunicación y el vínculo con la “invención de lo juvenil” en los entornos rurales.

Las y los jóvenes son el interés central de la discusión, pero ¿desde dónde se han abordado? Pues bien, el concepto de joven es una construcción sociocultural cambiante en el tiempo y espacio (Urteaga,
2011). En América Latina, tal concepto surge en la década de 1960, al ser evidente que para entender a diferentes juventudes se requería una categoría relacional con la clase, género y raza, y no sólo con lo biológico, médico o psicológico (Urteaga, 2011; Muñoz, 2016). A pesar de lo anterior, los estudios se centran en los jóvenes hombres y urbanos[1] dejando de lado a las otras juventudes: mujeres, rurales, indígenas, campesinos u obreros (Feixa, 2006; Pérez, 2008).

Según Urteaga, los jóvenes en general, pero especialmente los rurales e indígenas, pueden ser considerados como agentes de cambio, expuestos al embate de la globalización, la migración y la innovación tecnológica (Urteaga, 2007: 166). Se encuentran entre dos mundos: uno que heredan de su cultura tradicional, aprendida de sus padres y de su entorno social y comunitario, y otro que les presenta la educación escolarizada, la ciudad, los medios de comunicación y la tecnología. En México, los temas relacionados con las y los jóvenes rurales e indígenas tienen pocas referencias en los trabajos académicos, por décadas se había pasado por alto su existencia como grupo de edad, a pesar de poseer una gran tradición de investigaciones centradas en lo rural e indígena (Feixa, 1998; Urteaga, 2007; Rivera, 2012). En la actualidad, los estudios acerca de las y los jóvenes indígenas y rurales cobran visibilidad, reconociéndoles como un colectivo expuesto a tres factores: la migración, la incorporación a la educación, así como a los medios de comunicación. Según Pérez (2008: 10), las y los jóvenes buscan “alternativas de vida, participación y consumo” en las ciudades, lo cual ayudó a su reconocimiento como grupo de edad diferenciado de los adultos y los niños.

En este artículo se argumenta por qué una etapa de la juventud transcurre en la moratoria social, esto es, en un periodo de espera previo a la inserción al ámbito laboral —productivo— o educativo que prolonga la estadía en el núcleo familiar y que es generado por el sistema económico imperante (Feixa, 1998; Urteaga, 2011). Para ilustrar esta situación, en México el porcentaje de jóvenes de entre 15 a 29 años que no estudian ni trabajan en 2015 es 22.1% (OECD, 2016)[2] . En el caso de las y los jóvenes indígenas y rurales la moratoria social implica también el retraso al iniciar una familia —debido a su inserción a la educación media obligatoria (Rivera, 2012).

Antecedentes

La moratoria social se asocia al tiempo libre y de ocio, un momento aparte de la vida cotidiana, un escape de la realidad (De Bofarull, 2003; Huizinga, 2007). De Bofarull (2003: 110) señala que las y los jóvenes son personas en etapa liminal, inacabados, “al borde de la duda”, consumidores de productos creados para el ocio en sus pantallas fijas —televisión, cine— o portables —teléfonos celulares, tabletas y laptop—, que crean “adolescentes permanentes”. Las industrias globales de pantallas y contenidos estacionan a las y los jóvenes en una “adolescencia permanente”, alejándolos de la adquisición de la identidad y postergando su maduración. Contrariamente, Maffesoli (2000: 155-157) ve en el tiempo libre y lúdico —que son parte de la moratoria— uno de ocio, de ritmo y armonía, de juego, alejado de la obligación, que se ejerce en libertad, interrumpe la vida “corriente” y permite escapar de ella. Aparece así la disyuntiva del ocio como juego —evasivo o creativo— ligado a las industrias que producen objetos de entretenimiento y consumo. En nuesto caso, nos preguntamos si lo que sucede en Quintín Arauz es un panorama sombrío o esperanzador, si existe esa moratoria —tiempo libre, de ocio, lúdico— en las y los jóvenes que los aleja de los retos del mundo o les brinda herramientas para enfrentarlos.

Por otro lado, ¿es el tiempo libre una etapa? Maffesoli (2000: 155-157) lo considera como una expresión de la vida cotidiana, de la vida productiva y de trabajo, una manera de “ser” y “estar”. Para MartínBarbero es un “atascamiento”, una gran cola de espera que llenan con música para “erradicar su aburrimiento”, la que actúa como “organizador social del tiempo” (Martín-Barbero, 2008: 31).

En concreto, es importante considerar que hay disputas y contradicciones sobre el tiempo libre y de ocio, aunque entre las y los jóvenes rurales cobra matices distintos. Por ejemplo, el espacio rural mantiene rígidas diferencias genéricas, los hombres tienen permisibilidad de libre tránsito por la comunidad y fuera de ella, en tanto que las mujeres tienden a permanecer en el hogar, insertas en actividades domésticas no remuneradas (ENJ, 2000). Otras especificidades de las juventudes indígenas y rurales actuales son: la importancia de las prácticas comunitarias o colectivas sobre las individuales, y una migración donde se recrean formas de vida fuera de sus territorios, donde las Tecnologías de la Información y Comunicación ayudan como redes horizontales para organizarse (Gómez, 2015).

Así, la educación debería enfrentar el reto de enseñar en el juego, disfrutando e integrando a las TIC:

Enseñar a leer libros como punto de partida para segundas y terceras alfabetizaciones. Y formar a unos ciudadanos [de todas las edades] que no sólo sepan leer libros, sino también noticieros de televisión, periódicos, videoclips, hipertextos informáticos [Facebook, Twitter, programar] y producir contenidos culturales (Morduchowicz, 2008: 23).

Las y los jóvenes serían sujetos de aprendizaje y creadores, pero ¿cómo se ve ese reto en la escuela preparatoria de un espacio rural ahora que ya tienen Internet? ¿Están las TIC supeditadas a los hábitos de sus usuarios, integrando saberes previos y tradiciones?

Sobre el lugar de estudio

Esta investigación se desarrolló entre 2016 y 2017 en la comunidad de Quintín Arauz, Centla, Tabasco. Isla rodeada por pantanos y ríos, es la segunda Reserva más grande de México: Reserva de la Biosfera Pantanos de Centla. Para llegar al poblado es necesario cruzar un brazo del río Usumacinta —que lo rodea—, en “panga” o lancha a determinados horarios; si bien está sólo a 105 kilómetros de distancia de Villahermosa, capital del estado, el viaje toma dos horas en promedio. Cuenta con la mayor población indígena chontal dentro de la Reserva. Quintín Arauz se encuentra relativamente aislado del resto del estado, a pesar de su proximidad a una explotación petrolera de gran magnitud (Maimone et al., 2006: 29). El territorio permanece inundado gran parte del año, por lo que el acceso, la utilización y el manejo de los recursos es complejo (Orozco, 1999, en Maimone et al., 2006: 28). La población indígena —cerca de 20% del total de habitantes— es de estas tierras desde épocas prehispánicas, y ha podido mantener “conocimientos y estrategias de uso y manejo tradicional” para utilizar los recursos de los humedales con los que subsisten (ibídem).

Según el censo de población y vivienda más reciente, la comunidad tiene una población de 1,505 habitantes, de los cuales 760 son hombres y 745 mujeres (Inegi, 2010). La población económicamente activa la constituyen 438 personas: 405 hombres, y apenas 33 mujeres, 7.4%; lejos de la media nacional, 42% (Inegi, 2010). La población de 15 a 17 años se conforma por 127 personas: 68 mujeres y 59 hombres. En el sistema educativo hay matriculadas 123 personas: 67 hombres y 56 mujeres (Inegi, 2010). Esto es, 96% de este grupo en 2010 asistía a la escuela, en contraste con 59.5% a nivel nacional en 2016 (DGPPyEE, 2016), lo que muestra el éxito del sistema educativo y los programas asistenciales en el ámbtio de estudio (Lustig, 2017). La infraestructura educativa la componen dos escuelas de preescolar, dos de primaria, una telesecundaria y una preparatoria: el Colegio de Bachilleres Cobatab 44. Por último, al presentar complicadas condiciones geográficas, la infraestructura comunicacional[3] y de transporte son precarias; a pesar de documentarse múltiples programas estatales y federales que inciden en la población (Díaz, Marín y Capdepont, 2016).

Abordajes para el estudio del uso de TIC

El estudio centra su interés en dos tipos de TIC presentes en el poblado: los teléfonos celulares y las tabletas. Las interacciones que se dan entre las personas y el teléfono celular se presentan en dos corrientes: la utópica y distópica (Lasén y Puente, 2016). La primera da cuenta de la utilidad del dispositivo; la segunda, se centra en los problemas que acarrea (García y Fabila, 2014). En los trabajos que se especializan en la relación teléfono celular/jóvenes las visiones utópicas y distópicas están presentes, su interés se basa en los usos y la apropiación del dispositivo (Crovi, 2008; Martín, 2008; Urresti, 2008; Herrera, 2009; Weezel y Benavides, 2009; Aguerre et al., 2010; Crovi et al., 2011; Ferrás et al., 2012; Pizarro, 2014; Ruelas, 2014). Por un lado, encontramos trabajos que ven en el acceso democrático a la Internet y a los dispositivos electrónicos beneficios para las y los jóvenes (Barreto, García y Asencio, 2013; Vidales, 2013). Por el otro, se trivializa o culpabiliza el uso de la tecnología, ahí el panorama es sombrío en cuanto a la utilidad y los beneficios (Buxarrais et al., 2011; La Rosa, 2011; Brière et al., 2012). Lo cierto es que el dispositivo permite tener comunicación en casi todo momento y modifica distintos ámbitos de la vida, como el estar disponible; la relación padres e hijos, pues tiende un “manto protector” para superar las incertidumbres de la “no presencia” (Winocur, 2009), o el uso de la comunicación telefónica, que pasa de ser oral a textual y visual (Sánchez, 2015).

La telefonía celular en contextos rurales ya ha sido tema de investigación en Latinoamérica (Barrantes, 2007; Barreto, García y Asencio, 2013)[4] . Estos trabajos reconocen la importancia de explicaciones utópicas y distópicas, pero se inscriben desde las prácticas culturales de jóvenes que son sustituidas o mantenidas en relación con su teléfono celular.

Por otra parte, las tabletas son más recientes en el mercado y han resultado la apuesta educativa del gobierno mexicano para reducir la brecha tecnológica existente (Ramos y Mena, 2017). La Secretaría de Educación Pública inició la entrega de tabletas a jóvenes de preparatoria y secundaria en varios estados mexicanos para en conjunto con la infraestructura de México Conectado mejorar la calidad educativa (Ramos y Mena, 2017).

Lo cierto es que tanto tabletas, teléfonos celulares e Internet, invitan a “la lectura no lineal, no secuencial, hipertextual” (Morduchowicz, 2008) y ahí radica el reto para las escuelas, las que según MartínBarbero (2008), Morduchowicz (2008)y Pinto (2008), tienen que dejar la linealidad en la enseñanza para lograr que la tecnología pueda ser la herramienta de aprendizaje. Las escuelas ya no detentan el monopolio del aprendizaje, ni es sólo ahí donde se aprende; las “nuevas” pantallas de computadoras personales, teléfonos celulares, tabletas, son ahora otro espacio donde se aprenden y construyen las prácticas, los consumos culturales y el capital simbólico de los jóvenes (Morduchowicz, 2008).

El enfoque utópico otorga a las TIC un poder transformador por el solo hecho de poseerlas, y argumenta que tienen efectos sociales positivos al facilitar el aprendizaje y la enseñanza, (Papert, 1995). Bajo esta perspectiva, las “nuevas” pantallas e Internet abren las puertas para el “aprendizaje asentado en métodos de indagación”, generan condiciones para la “autonomía del sujeto aprendiz”, dan la oportunidad a la “enseñanza a distancia”, y sustentan la idea del “aprendizaje a lo largo de la vida”, aun fuera de la escuela (Pinto, 2008: 106)[5] . Por otro lado, el enfoque distópico disiente y considera una “engañosa idealización” que la mera información y tecnologización de las escuelas mejore la educación (Martín-Barbero, 2002). Otras TIC son declaradas enemigas de la educación y la cultura: la televisión, el cine, los teléfonos celulares; pues vehiculan imágenes y mensajes encaminados al entretenimiento que distraen del aprendizaje (Morduchowicz, 2008). Ambos enfoques, utópico y distópico, no enfatizan el contexto desigual ni consideran que la tecnología es social, que parte de la cultura y desde ahí se inserta en los hábitos y en las nuevas prácticas culturales (Latour, 2008).

Es evidente el reto educativo frente a las TIC, aunque socialmente hay uno aún mayor: la transmisión de los conocimientos tradicionales. Los padres en esta situación no lideran los roles de conducta en los espacios rurales (Martín-Barbero, 1997). Así, al ser campesinos, pescadores, amas de casa y artesanos, generalmente analfabetos digitales, reducen su influencia y se generan tensiones entre los hábitos y prácticas que dan forma al mundo rural que hasta hoy conocemos.

Inserción de tecnologías en las prácticas culturales juveniles

Para documentar el uso del teléfono celular y las tabletas revisamos las prácticas culturales que los jóvenes realizan con ellos. Las prácticas se entienden como el conjunto de pautas compartidas por un grupo de personas, que las auxilian en sus acciones cotidianas y que están dotadas de sentido y significado (Foucault, 1996, en Hurtado, 2011) Por ello, se considera que una práctica cultural es una guía de actuación de las personas en sociedad, y comprende códigos, pautas y símbolos compartidos. En esta investigación se estudian prácticas juveniles que incluyen el uso de celulares, tabletas e Internet, considerándolas parte de la “agencia compartida entre personas y máquinas” donde el uso transfigura las subjetividades de las personas (Lasén y Puente, 2016: 6) y donde los hábitos o prácticas supeditan a la tecnología (de Certeau, 1999, en Gómez, 2015). Ya Heidegger (1994) en 1942 discutía este punto y construyó una idea: son las personas quienes enmarcan la tecnología y quienes deben preguntarse de qué modo lo instrumental —de los celulares y tabletas conectados a Internet— trastoca la esencia de lo que hacen con ella.

Metodología

El abordaje metodológico de este artículo cuenta con dos diseños:

1. Uno de carácter cualitativo para analizar la experiencia de vida y práctica cultural de la población juvenil en temas relacionados con el tiempo libre y los ámbitos escolares en donde el uso de las TIC está presente. A partir de la realización de diez entrevistas semiestructuradas,[6] se produjeron diversas narrativas relacionándolas con el uso del teléfono celular y tabletas, las cuales permitieron producir descripciones en torno al cambio, la permanencia u olvido de prácticas culturales. A la par de las entrevistas individuales se realizó una entrevista grupal con adultos de la comunidad,[7] otra con un grupo focal compuesto por jóvenes hombres y mujeres de Cobatab 44, y dos entrevistas a profesoras de la misma escuela pero con distintas trayectorias de servicio. Las entrevistas y grupos focales contaron con el consentimiento informado, fueron grabadas en dispositivos digitales para luego ser transcritas en su totalidad y codificadas en el programa de análisis cualitativo Nvivo 10.

2. El otro diseño presenta una estrategia cuantitativa para reconocer el contexto a partir de dos encuestas. La primera, realizada a habitantes de la comunidad en sus hogares,[8] la cual documentó la presencia de los medios de comunicación, la infraestructura y el número de dispositivos en cada hogar por la población de jóvenes. La segunda encuesta se realizó a jóvenes en sus hogares,[9] la cual evidenció el uso que hacen de diferentes tipos de teléfono celular usados, las formas de pago, y la frecuencia y hábitos de uso. Ambas encuestas fueron llenadas en papel para luego ser capturadas en el programa SurveyMokey y procesadas en hojas de cálculo.

Es importante destacar dos retos metodológicos que presentan estudios de este tipo. El primero, la dificultad que representa la producción de datos mediante la conversación cara a cara con jóvenes, y más aún conocer el contenido de sus archivos fotográficos y producciones escritas sobre el uso del teléfono celular y tabletas. El segundo reto fue producir la suficiente evidencia que permitiera ilustrar la utilización del teléfono y la tableta, ya que no se logró obtener la autorización para instalar la aplicación QuikTime y acceder a estos dispositivos, en su lugar se emplearon técnicas de investigación tradicionales como los grupos focales y las encuestas.

Prácticas y hábitos de consumo en TIC entre jóvenes de Quintín Arauz

Los hallazgos muestran tres momentos importantes: 1. el acceso de las y los jóvenes al teléfono celular en, aproximadamente, el año 2011, donde a pesar de carecer de servicio de telefonía o acceso a Internet, algunos jóvenes del poblado tenían teléfonos celulares —smartphones—; 2. la conexión de las escuelas a nivel primaria, secundaria y preparatoria de Quintín Arauz a Internet por medio del programa federal México Conectado en 2015, y 3. la entrega de forma gratuita de tabletas a los estudiantes de preparatoria en 2015. Estos tres eventos han acercado las nuevas tecnologías a las y los jóvenes.

Si bien para 2017 la comunidad carecía del servicio de Internet de banda ancha fija o móvil comercial, había telefonía fija, pero presentaba constantes fallas. Desde 2011 algunas personas de la comunidad tenían teléfonos celulares fijos para recibir señal de celular con una antena auxiliar colocada a dos metros de altura, logrando así realizar algunas llamadas. Sin embargo, la telefonía instalada fija o móvil no brinda para 2017 servicio de datos. Aunque el uso de computadoras de escritorio PC es casi nulo, no sucede así con el uso del teléfono celular y las tabletas (tabla 1). Los datos que arroja la encuesta en hogares muestran un uso extendido de los teléfonos celulares. Es probable que exista un subregistro de tabletas reportadas, ya que no corresponden con lo dicho en Cobatab 44: todos los estudiantes tenían una.

Tabla 1. Número de teléfono celular, laptop y tabletas en Quintín Arauz (2016)

Télefono celular

Laptop

Tableta

34 (15-59 años)

2 (13-16 años)

9 (10-13 años)

Fuente: Creación propia a partir de la encuesta realizada en hogares sobre telefonía celular

Los usuarios de telefonía celular se muestran en la tabla 2 y son especialmente jóvenes. Probablemente por ello en los lugares donde existe el servicio de Internet de México Conectado —afuera de las escuelas, sin sillas ni techado—, los jóvenes están de pie, con sus celulares en la mano, en su mayoría hombres de entre 15 y 19 años, quienes generalmente cursan la preparatoria.

Tabla 2. Propietarios de teléfono celular por sexo y edad en Quintín Arauz (2016)

Edad

Hombre

Mujer

15-24

9

7

25-29

2

1

30-39

5

3

40-49

3

3

50-59

1

0

60-70

0

0

70 +

0

0

Total

20

14

Fuente: Creación propia a partir de la encuesta realizada en hogares sobre telefonía celular

El programa México Conectado provee Internet a las instituciones educativas, en Quintín Arauz, con limitaciones, para ilustrarlas basta revisar algunos testimonios:

Raras veces que el Internet amanece digamos de buenas [risas] y está más rápido, y hay veces que no puedes entrar a ninguna página (Jairo, 18 años).

Bueno, la verdad el Internet sí es rápido, pero cuando vienen cuatro o cinco personas pues se..., se pone un poco lento (Juan, 16 años).

Lo anterior tiene consecuencias en la educación debido a que las condiciones para el desempeño de las actividades en las escuelas y el de los estudiantes es precario, según la apreciación de las profesoras.

… pero sí, yo creo que la cuestión geográfica nos ha limitado en eso y, pues, no tenemos el Internet ni nada; cuando vinieron a instalar eso [México Conectado], ¡ah, ya vamos a poder!, pero no, ni para que ellos estén en las redes sociales; a veces les digo: “me van a mandar por correo electrónico la tarea”, no se puede (profesora María, 39 años).

No sirve [México Conectado] para lo que realmente se piensa que es, para ayudar a los muchachos en su educación, ¿no?

Se supone que donde están los centros de México Conectado dan cursos de robótica, diferentes cursos, entonces, pues eso sería un beneficio para los muchachos que, si pudieran dárselos, bueno, quizás no presencial, pero a distancia, teniendo el Internet funcionando se hace la videoconferencia, o como ellos lo quieran plantear, y funcionaría para los muchachos (profesora María, 39 años).

Un ejemplo de la precariedad en el uso de las TIC en la comunidad fue observado en un cibercafé, el cual opera sin conexión a Internet. El servicio que ofrece se reduce al cobro por imprimir documentos, captura de información para tareas y el uso de la paquetería informática básica. Las limitaciones no son por falta de inversión privada o pública; por ejemplo, el cibercafé tuvo Internet con antena, pero una descarga eléctrica estropeó los equipos. Desde 2015, Cobatab cuenta con los aparatos para un centro de cómputo, aunque todavía no funciona por fallas en la instalación.

Más allá de las limitaciones técnicas de acceso a las TIC, hay evidencias de que los padres buscan minimizar el acceso, ya que implica salidas de sus hijos del hogar:

Pues generalmente no se les pedía, se les pide, muchas investigaciones, porque también tiene que ver que los papás intervienen, [los padres dicen] “no les deje tarea porque no van a salir, no tienen permiso de salir”; ni tareas en equipos, porque ahí intervienen los papás ... No, porque los chamacos agarran en lugar de irse a hacer tarea se van a jugar, se van a “noviar”, se van a beber (profesora María, 39 años.

Se gesta así una tensión en las implicaciones de las salidas auspiciadas por la escuela. Así la Internet, el celular o las tabletas, son instrumentos que abren espacio para 1. trastocar el apoyo que madres y padres recibían de los y las jóvenes; 2. facilitar el aprendizaje juvenil de actividades tradicionales productivas y domésticas; 3. relajar el control paternal sobre los tiempos, las actividades y los cuerpos juveniles, y 4. establecer una contradicción entre el programa federal Prospera, que requiere la asistencia a la escuela, y los intereses paternos —aunque vean en la educación una apuesta para mejorar las condiciones económicas— que quieren mantener las prácticas juveniles tradicionales. Paralelamente, la Internet y el celular permiten superar las limitantes del aislamiento:

Bueno, sí, porque tenía familiares en otro lugar y casi no me comunicaba con ellos, mis hermanas como trabajan y tienen sus hijos por allá, pues no me comunicaba con ellas y ahorita sí, les mando WhatsApp o a veces les llamo (Kristel, 17 años).

El tiempo en Internet permite acercarse a familiares y amigos migrantes y reestablece los contactos familiares con quienes ahora se encuentran en otros lugares, alimentando así las aspiraciones de migración. A continuación, presentamos un resumen de las prácticas en la escuela y el tiempo libre:

Tabla 3. Prácticas educativas en jóvenes de Quintín Arauz, 2016

Fuente: Creación propia a partir de entrevistas, grupo focal, Quintín Arauz

Las prácticas escolares descritas en la tabla anterior incluyen la introducción de la palabra “googlear” como sinónimo de investigar, la creación de videos, el desuso de los libros impresos, y se mantiene tomar notas en libreta; por otro lado, copiar lo escrito por las y los profesores en el pizarrón migra a fotografiarlo por los alumnos.

En Cobatab, los libros de texto han sido incorporados en las tabletas entregadas, de ahí que en 2016 no usaran libros impresos; aunado a lo anterior, la biblioteca[10] de Cobatab 44, según testimonios, tiene un acervo limitado y desactualizado. De esta manera, los libros y revistas impresas ya no forman parte de la educación de la comunidad:

Hubo en alguna época que ellos compraban libros, el que tenía ya lo compraba solito, si no por equipos, y ya todos nada más las tareas enfocadas a la información que traía el libro (profesora María, 39 años).

Tampoco se ha logrado integrar la lectura hipertextual (Morduchowicz, 2008) porque no es posible usar Internet en las tabletas en los salones de clases.

Que no hay Internet, o sea está encendido el módem… o el Internet no llega bien la señal, no sé qué pasó, pero al menos si yo les digo a los muchachos: “oigan, chicos, enciendan su tablet, investiguen tal tema”, no se puede hacer, de plano no se puede hacer cuando, por ejemplo, con 3º A me tocan tres horas, ni aunque esperes... puedes dejar ahí cargar y no (profesora Gloria, 27 años).

Las y los jóvenes entrevistados consideran descontextualizada la búsqueda de información impresa y centran su búsqueda de información en formatos digitales, en plataformas vía Internet, mediante el teléfono celular.

Si bien la investigación de fuentes en formatos digitales, aunque solo implique “googlear”, libera a las y los jóvenes del aislamiento, un testimonio a continuación demuestra los contrastes de las TIC:

Mmm, creo que es benéfico para los muchachos porque los acerca a la tecnología, si se le da el buen uso va a facilitar igual su aprendizaje, pero como ellos nada más [lo usan] ya para las fotos, para los videojuegos, para la música, lo toman más para eso que para las cuestiones escolares y, este, sí, pues ahí cargan sus libros, la tablet les da la posibilidad de que puedan contestar los libros ahí, tienen las aplicaciones para el procesador de texto, hoja de cálculo, para presentaciones, si ellos les dieran el buen uso sería perfecto (profesora María, 39 años).

Una profesora, desde la visión utópica y distópica que refieren Lasén y Puente (2016), cree que las TIC generan condiciones para la autonomía del sujeto aprendiz (Pinto, 2008). Pero el juego, la fotografía y la música son el uso real que les dan a las TIC, y no lo considera bueno. Para esta profesora, no es el dispositivo sino para qué se utiliza donde radica el reto de conectar las visiones utópicas y distópicas de las TIC. Al reflexionar sobre cómo lograr un buen uso de ellas desde la escuela, esa maestra nos describió una de sus actividades escolares en el teléfono celular. Realizó una actividad lúdica, donde la tecnología tuvo un papel central, obteniendo buenos resultados:

Sí, se le puede sacar más provecho, al menos en la clase de inglés, por decir, ahorita les toca grabar un video y lo hacen, con su teléfono, que es con lo que ellos cuentan, porque una cámara de video pues ellos no cuentan con ese equipo, pero pues usando su teléfono celular, sí tiene usos, sabiéndole buscar su funcionalidad en la educación sí es útil (profesora María, 39 años).

Si bien existe el reto de las TIC para superar el asunto técnico de los bytes de conexión y transformar estos instrumentos —celular, tabletas e Internet—, el verdadero reto requiere tener profesores preparados para afrontar el rol de integrar las múltiples fuentes de información y aprendizaje que cuenten con el juego, la lectura hipertextual, las tradiciones y los aspectos audiovisuales. Además de que generen contenidos locales y se incluyan en las todopoderosas compañías —Twitter, Facebook, Google— que definen lo que se puede o no encontrar en Internet.

Esta profesora argumenta una situación ajena a las TIC que explica lo que ella considera como poca participación y dinamismo de las y los jóvenes de Quintín Arauz:

Vamos a ponerle que... 70% de los muchachos no tienen definido o que vienen nomás porque quieren venir, pero no tienen aún definido, no sabemos más adelante. Vienen porque hay que venir a la escuela (profesora María, 39 años).

Para ella, el programa público de asistencia Prospera —y las políticas de inserción en el bachillerato, que tocan a 96% de jóvenes en Quintín Arauz—, posibilitan estudiar la preparatoria, en comparación con las primeras generaciones. Ahora es más sencillo también concluirla, pero considera salen menos preparados y con mayores dificultades para insertarse en el ámbito laboral formal externo.

Tabla 4. Prácticas en el tiempo libre de jóvenes de Quintín Arauz, 2016

Fuente: Creación propia a partir de entrevistas, grupo focal, Quintín Arauz

La tabla 4 hace evidente que las prácticas con TIC en entretenimiento son más que las educativas. Lo que muestra la tendencia nacional en cuanto a la utilización de la Internet que registra ENDUTIH (Inegi, 2014, 2016), por ejemplo más uso en entretenimiento y menos en capacitación. En Quintín Arauz la oferta de la comunidad para el entretenimiento es limitada, pues no cuenta con canchas de fútbol o baloncesto públicas, tampoco hay parque central —sólo un pequeño atrio frente a la iglesia católica donde se reúnen las y los jóvenes—, y los bailes populares son escasos, además de que asistir a los bailes de los alrededores implica salir de la comunidad, que como ya mencionamos es complicado.

Nada, ni béisbol, ni de vóleibol, nada. Lo único que puedes hacer es irte a bañar al río, a veces, cuando hay demasiado calor (José, 17 años).

Para las mujeres jóvenes de Quintín Arauz la oferta de entretenimiento es aún más restringida.

Sí, a veces vamos a casa de nuestra amiga, este, a ver películas. Platicamos cosas de jóvenes, pue’.

Nos ponemos a escuchar música, pues, eso. [Bailes] No, solamente cuando hay concierto o cuando hay algún baile por aquí (Lucía, 16 años).

Algunos jóvenes hablan de la fiesta patronal como una fiesta donde hay música para viejitos y los juegos mecánicos son para los niños.

Aburre [baile de la fiesta patronal], antes sí bailaba, ahorita ya no, ya me da pena, [traen] de los [grupos musicales] más pobres, de lo más baratón ahí (Mauricio, 16 años).

Dadas las condiciones económicas de los lugares circunvecinos, las oportunidades de contar con opciones accesibles, económicamente hablando, no es factible.

Así el celular, las tabletas e Internet, son auxiliares para una de las principales actividades del tiempo libre: la música. Gracias a la tecnología las y los jóvenes pueden descargar, almacenar, compartir y escuchar canciones. Ésta es una actividad que todos los y las jóvenes entrevistados reportaron como la principal.

Pues cuando no tengo nada qué hacer, pues me pongo a escuchar música, y sí lo ocupo hasta que me duermo, y como unas cuatro o cinco horas. En general me gustan casi todos los géneros: pop, banda, algunas de rap y otras, este, de otro género, mayormente casi me gusta de todo un poco (Kristel, 17 años).

Los gustos musicales son amplios, aunque nadie reportó preferencia por la música local, rock o jazz, más bien:

De todos los géneros, menos reguetón. Rap. Menos reguetón, sí, rap, banda, electrónica (Juan, 18 años).

A mí, más me gusta de la música el reguetón, banda (Jairo, 18 años).

La socialización de la música es una de las actividades en las que más ocupan su tiempo las y los jóvenes entrevistados, generalmente se comparten música vía Bluetooth, extinguiéndose la práctica de compartir discos compactos. La reproducción de música en espacios abiertos se da por medio del teléfono celular, y en casa es desde Bluetooth a una bocina o un modular que tenga esta función.

La comunicación en redes sociales se da sobre todo con externos y con locales que tienen la misma edad, especialmente para mantener un flujo de información cotidiano. Los intercambios con personas locales de otras edades o la generación de contenidos locales conjuntos con personas de edades diferentes se registran como inexistentes. No hay evidencia de que se estén tomando videos o grabando música o prácticas productivas o domésticas, no obstante en la escuela existe el ejemplo de la clase de inglés descrito antes.

El acceso a Internet en un espacio público como punto de reunión para la investigación y las tareas hace que las y los jóvenes generen un espacio de socialización. Probablemente la participación de las y los jóvenes en las actividades domésticas y productivas de Quintín Arauz ha disminuido, y es de donde se ha adquirido más tiempo para el esparcimiento. Así que quizá la mayor utilización de las TIC sea a costa de perder posibilidades de aprender y recrear las actividades tradicionales, mismas que tampoco reproducen en Internet.

Mantenerse en la preparatoria, sin oportunidades de trabajo ni conformar familia, ha hecho más larga la moratoria social de las y los jóvenes de esta generación respecto de la anterior (De Bofarull, 2003; Martín-Barbero, 2008). Pero este tiempo de ocio, si bien interrumpe la vida cotidiana (Maffesoli, 2000), es impuesto por las condicionantes de Quintín Arauz. Las y los jóvenes del poblado enfrentan dos situaciones contradictorias que existen en otros espacios rurales en México:
1. al vivir en Área Natural Protegida no pueden generarse actividades productivas que les proporcione trabajo (Orozco, 1999, en Maimone et al., 2006), y 2. con la inserción educativa y la especialización que reciben no tienen posibilidades de contratación local, obligándolos a migrar (Lustig, 2017). Los resultados de la investigación ayudan a entender la expulsión de jóvenes rurales hacia espacios con mayores oportunidades de trabajo, como las ciudades medias (Pérez, 2008). De igual manera evidencia el reto de cómo sobrevivirán tradiciones agrícolas y culturales en ambientes tan especiales, como son en este caso los humedales.

Las y los jóvenes han encontrado en las TIC un espacio fuera del control parental, sin banda ancha en sus casas, su tableta o celular mediante México Conectado los contacta con los no locales y con sus pares; lejos de confinarlos en sus hogares, los invita a ocupar los espacios públicos y socializar cara a cara (ENJ, 2000; Inegi, 2016). Dada la apuesta familiar, y del Estado, por escolarizarlos, la juventud rural logra un espacio para salir de casa y encontrarse. El “manto protector” del teléfono celular de los padres, que considera Winocur (2009) en el México urbano, no tiene las condiciones técnicas ni sociales para llevarse a cabo en Quintín Arauz, ni probablemente en otros espacios rurales.

Las TIC —teléfono celular, tabletas e Internet— llenan espacios de la vida de las y los jóvenes (Morduchowicz, 2008), aun sin banda ancha fija y con un México Conectado precario. Ellos y ellas revisan cada vez más sus pantallas, y en sus relatos observamos con claridad lo que Martín-Barbero (1997) y Morduchowicz (2008) citan: los jóvenes aprenden en las “nuevas” pantallas y articulan una parte de su cultura, ahí los padres no son los roles a seguir. Y desde ahí reconfiguran su ser joven rural, con mensajes que se vehiculan desde formas urbanas que los preparan para migrar. Esta moratoria social descrita parece culminar con la migración, y ahí se trastoca la vida de las y los jóvenes de Quintín Arauz.

Por otra parte, tenemos que la postura utópica y distópica no ha podido romperse ni desde la academia ni desde los actores (Barreto, García y Asencio, 2013; Lasén y Puente, 2016): profesoras y jóvenes reportan el uso de las nuevas tecnologías con fines escolares y apuntan a una mejor comprensión, privilegian el uso en ese sentido y si se “desvía” de ese fin pueden ser dañinos. Pero es urgente construir espacios de intercambio de tradiciones, de una alfabetización digital de personas mayores para que esos instrumentos les den voz a todos los miembros de la comunidad. Más allá de que las y los jóvenes rurales hayan encontrado en las TIC el espacio para salir del control parental y matizar la socialización con sus iguales, además de que la Internet pública los saca a las calles; a diferencia de las y los jóvenes urbanos, que los recluye, vemos que en Quintín Arauz las nuevas formas de entretenimiento se combinan y conviven con las anteriores a ellas, mantienen un uso del tiempo libre, diferenciado por género,[11] y las jóvenes tienen en Internet una opción más para salir de casa y socializar con el sexo opuesto fuera de la escuela.

Consideraciones finales

La juventud rural en Quintín Arauz es vivida en esa larga fila de espera que Martín-Barbero (2008) ilustra, y que es consecuencia del sistema económico imperante, donde el uso de las TIC presenta limitaciones técnicas para la conexión a la red de Internet que provee un disminuido programa gubernamental: México Conectado. Sumado a lo anterior, se encuentran importantes deficiencias en el sistema de educación pública federal y estatal, que omiten la instrucción referente al discernimiento e integración de información que emerge de tradiciones orales, escritas e hipertextuales. Ante ello, la juventud rural descrita está siendo una población de consumidores de contenidos, y no hay evidencia de que estén produciéndolos, más allá del uso de las redes sociales convencionales. Así, esta investigación muestra que habrá que encontrar: 1. mejores metodologías para acceder a la producción de contenidos de la juventud rural a partir de las TIC, en ambientes digitales masivos, como Facebook, WhatsApp; y 2., la necesidad de incentivar los productos culturales locales: fotos, animaciones, y materiales hipertextuales con contenidos de actividades tradicionales agrícolas, pesqueras, pecuarias, de cocina o expresiones culturales musicales, dancísticas y lúdicas. En el estudio logramos modestamente identificar y describir lo que las y los jóvenes de Quintín Arauz hacen con la tecnología de sus “nuevas” pantallas y esbozar el impacto de los efectos que tienen en quienes son las y los jóvenes, especialmente como consumidores y posibles migrantes.

Próximas investigaciones, con el enfoque aquí presentado, y más estudios de lo que la juventud realiza con estas “nuevas” pantallas, nos permitirán analizar de qué manera la juventud rural innova, produce y se apropia de las TIC en México. Aun sin contar con una evidencia contundente, conviene sugerir que programas federales como lo es México Conectado deben de ir acompañados de estrategias “a ras de suelo”, es decir, se deberá considerar que la sola —y precaria— conectividad y la tecnologización de las escuelas no aportarán pasos significativos hacia una mejor educación, desarrollo y progreso de la población. Al contrario, podría estar gestándose una nueva manera de reproducir la exclusión y marginación de la mano de una marcada brecha digital.

Por otro lado, podríamos preguntarnos qué relevancia tiene esta investigación en un lugar donde el servicio de Internet es incipiente y presenta diversas fallas; pues bien, consideramos que el trabajo tiene un papel fundamental como documento sincrónico, pues hace un corte en el tiempo y muestra la transición de “offline” a “online” que han vivido los jóvenes de este poblado. Al mismo tiempo, presenta cómo algunas prácticas culturales cambian con este evento, esto ayuda a entender los procesos que han vivido los jóvenes en su encuentro con las tecnologías, y en este caso puede guiar la manera en la que se acompañará para potenciar las ventajas e implementar acciones certeras que ayuden a superar la brecha digital, objetivo tan deseado por Unesco y los gobiernos del mundo, además de por poblaciones como la que aquí se presenta.

Bibliografía citada

Aguerre, Carolina, Sebastián Benítez Larghi, Mariana Calamari Fontecoba, Ariel Gaztañanga, Miguel Moguillansky, Jimena Orchuela y Jimena Ponce de León, 2010, “La apropiación de las TIC por jóvenes de sectores populares urbanos en espacios de acceso público”, Revista Argentina de Estudios de Juventud, [en línea] disponible en https://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/revistadejuventud/article/viewArticle/1515 [fecha de consulta: 3 de septiembre de 2016].

Alva de la Selva, Alma Rosa, 2015, “Los nuevos rostros de la desigualdad en el siglo XXI: la brecha digital”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, vol. LX, núm. 223, pp. 265-285, enero-abril.

Barrantes Roxana, 2007, Oportunidades móviles: pobreza y acceso a la telefonía en América Latina y el Caribe. El caso de Perú, Instituto de Estudios Peruanos, DIRSI, Lima, Perú.

Barreto, Mariana, Andrea García y Raúl H. Asencio, 2013, Control y trasgresión. El uso, apropiación e impacto de las TIC por las mujeres rurales jóvenes en el Perú, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, Perú.

Brière, Marie, Camille Poussevin, Eva Vayleux, Jocelyne Lefranc, Bernard Cayrol, Jean-Bernard Garré y Bénédicte Gohier, 2012, “Adolescents et téléphone portable, quelle place dans les unités d’hospitalisation?”, Annales Médico-psychologiques, revue psychiatrique, vol. 170, pp. 587-590, octubre.

Buxarrais, María Rosa, Elena Noguera, Amelia Tey, Marta Burguet y Fernanda Dupart, 2011, La influencia de las TIC en la vida cotidiana de las familias y los valores de los adolescentes, OED, Universitat de Barcelona, Barcelona, España.

Crovi Druetta, Delia, 2008, “Dimensión social del acceso, uso y apropiación de las TIC”, Contratextos, núm. 16, pp. 65-79, octubre.

Crovi Druetta, Delia, Luz María Garay Cruz, Rocío López González, y Maricela Portillo Sánchez, 2011, “Usos y apropiación de la telefonía móvil. Opiniones de jóvenes universitarios de la UNAM, la UACM y la UPN”, Derecho a Comunicar, núm. 3, pp. 54-73, septiembre-diciembre.

De Bofarull, Ignasi, 2003, “Adolescentes eternos y ocio mediático”, Comunicar. Revista Científica de Comunicación y Educación, núm. 21, pp. 109-114.

Díaz Perera, Miguel Ángel, Pablo Olán Marín y Jorge Luis Capdepont Ballina, 2016, “Diagnóstico y viabilidad económica de actividades productivas en la Reserva de la Biosfera Pantanos de Centla”, [en línea] disponible en Figshare, doi:10.6084/ M9.FIGSHARE.3764490.V1 [fecha de consulta: 8 de febrero de 2016].

Dirección General de Planeación, Programación y Estadística Educativa, 2016, Principales cifras del sistema educativo nacional 2015-2016, DF, México.

Encuesta Nacional de Juventud, ENJ, 2000, Jóvenes Mexicanos del Siglo XXI. Instituto Mexicano de la Juventud, DF, México. Feixa, Carles, 1998, El Reloj de Arena. Las culturas juveniles en México, SEP Causa Joven, México.

Feixa, Carles, 2006, “Generación XX. Teorías sobre la juventud en la era contemporánea”, Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, vol. 4, núm.3, pp. 1-18, julio.

Ferrás, Carlos, Celia Pollán, Yolanda García y Mariña Pose, 2012, “La influencia del teléfono móvil en la conformación de la identidad de los adolescentes rurales. Estudio de caso en Galicia”, Boletín de la Asociación de Geógrafos, núm. 60, pp. 297-319.

García Martínez, Verónica y Angélica María Fabila Echauri, 2014, “Nomofilia vs Nomofobia, irrupción del teléfono móvil en las dimensiones de vida de los jóvenes. Un tema pendiente para los estudios de comunicación”, Razón y Palabra, vol. 18, núm. 86, abril-junio, [en línea] disponible en <http://www.Redalyc.org/articulo.oa?id=199530728048> ISSN 1605-4806 [fecha de consulta:11 de abril de 2016].

Gómez Mont, Carmen, 2015, “Redes indígenas y lógicas de construcción de capital social en Internet”, en Roxana Winocur Iparraguirre y José Alberto Sánchez Martínez (coordinadores), Redes sociodigitales en México, FCE, Conaculta, México, pp. 115-135.

Heidegger, Martin, 1994, La pregunta por la técnica, Conferencias y artículos, Ediciones del Serbal, Barcelona, pp. 9-37.

Herrera Batista, Miguel Ángel, 2009, “Disponibilidad, uso y apropiación de las tecnologías por estudiantes universitarios en México: perspectivas para una incorporación innovadora”, Revista Iberoamericana de Educación, vol. 6, núm. 48, pp. 1-7.

Huizinga, Johan, 2007, Homo Ludens, Alianza Editorial, Emecé Editores, Madrid, España.

Hurtado, Deibar René, 2011, “ ‘Ciudadespacios’. Recorridos y tránsitos de las prácticas culturales de jóvenes por la ciudad de Popayán”, Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, vol. 1, núm. 9, pp. 215-226, enero-junio.

Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Inegi, 2010, Censo dePoblación y Vivienda 2010, México.

Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Inegi, 2014, Encuesta Nacional Sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2014, DF, México.

Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Inegi, 2016, Encuesta Nacional Sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2016, DF, México.

La Rosa, Amaro, 2011, “Teléfonos móviles ‘el secreto mundo privado’ en el espacio público”, Tesis Psicológica, núm. 6, pp. 73-88.

Lasén, Amparo y Héctor Puente, 2016, “La Cultura Digital”, en Daniel López Gómez (editor), Tecnologías Sociales de la Comunicación. Materiales docentes de la UOC, Módulo Didáctico 3, Barcelona, España, pp. 1-45.

Latour, Bruno, 2008, Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del actor-red, Ediciones Manantial, Buenos Aires, Argentina.

Lustig, Nora, 2017, The Impact of the Tax System and Social Expenditure on the Distribution of Income and Povert in Latin America: Argentina, Bolivia, Brazil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Mexico, Nicaragua, Peru, Dominican Republic, Uruguay and Venezuela, CGD Working Paper 450, Center for Global Development, Washington, DC.

Maffesoli, Michel, 2000, “Nomadismo juvenil”, Nómadas (Col), núm. 13, pp. 151-159, octubre.

Maimone Celorio, M. R., M. Alipat, D. Martínez Carrera, B. Ramírez Valverde, J. I. Valdéz Hernández y A. Macías Laylle, 2006, “Manejo tradicional de humedales tropicales y su análisis mediante sistemas de información geográfica (SIGs): el caso de la comunidad Maya-Chontal de Quintín Arauz, Centla, Tabasco”, Universidad y Ciencia, vol. 22, núm. 1, pp. 27-49, junio.

Martín, María Victoria, 2008, “Teléfonos móviles y jóvenes: la personalización de la comunicación”, La Trama de la Comunicación, vol. 13, pp. 145-58.

Martín-Barbero, Jesús, 1997, “Des-orden cultural y palimpsestos de identidad”, Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, vol. III, núm. 5, pp. 87-96, junio.

Martín-Barbero, Jesús, 2002, “A qué se puede llamar hoy televisión pública”, Telos, Cuadernos de Comunicación Tecnológica y Sociedad, núm. 51, [en línea] disponible en http://telos.fundaciontelefonica.com/telos/articulocuaderno.asp@idarticulo=2&rev=51. htm [fecha de consulta: 4 de agosto de 2016].

Martín-Barbero, Jesús, 2008, “El cambio en la percepción de los jóvenes, socialidades, tecnicidades y subjetividades”, en Roxana Morduchowicz (coordinadora), Los jóvenes y las pantallas. Nuevas formas de socialidad, Ed. Gedisa, Argentina, pp. 25-45.

Matus Ruiz, Maximino y Autrán Rodrigo Ramírez, 2013, Las TIC en los desarrollos habitacionales de México (coordinadores), Fondo de Información y Documentación para la Industria, Infotec, DF, México.

Morduchowicz, Roxana (coordinadora), 2008, Los jóvenes y las pantallas. Nuevas formas de socialidad, Ed. Gedisa, Argentina.

Muñoz, Germán, 2016, “Jóvenes digitales. Cuerpos con agencia, en Colombia”, en Carles Feixa y Patricia Oliart (coordinadores), Juvenopedia: Mapeo de las juventudes iberoamericana (Spanish Edition) (Posición en Kindle 1276-1278), Ned Ediciones, Edición de Kindle.

OECD, 2016, Society at a Glance 2016: OECD Social Indicators, OECD Publishing, Paris, [en línea] disponible en https://doi. org/10.1787/789264261488-en, https://read.oecd-ilibrary.org/social-issues-migration-health/society-at-a-glance2016_9789264261488-en#page1

Papert, Seymor, 1995, La máquina de los niños, Paidós, Buenos Aires.

Pérez Ruiz, Maya Lorena, 2008, Jóvenes indígenas y globalización enAmérica Latina, INAH, México.

Pinto, Manuel, 2008, “Información, acción, conocimiento y ciudadanía. La educación escolar como espacio de interrogación y de construcción de sentido”, en Roxana Morduchowicz (coordinadora), Los jóvenes y las pantallas. Nuevas formas de socialidad, Ed. Gedisa, Argentina, pp. 101-114.

Pizarro, Martín Alejandro, 2014, “El uso del celular en los sectores populares entre sentidos y prácticas comunicativas”, Questión, vol. 1, núm. 41, pp. 248-263, enero-marzo.

Ramos Muñoz, Dora Elia y Abraham Mena Farrera, 2017, “Mujeres, derechos humanos y Web 2.0 en el sureste de México”, en María Teresa Garrido (editora), Human Rights and Technology. The 2030 Agenda for Sustainable Development, University for Peace, UN, p. 25.

Rivera González, José Guadalupe, 2012, “Juventudes emergentes: percepciones en torno a la familia, la escuela, el trabajo y el ocio en jóvenes en contextos rurales en San Luis Potosí, México”, Cuicuilco, vol. 19, núm. 53, pp. 73-95, enero-abril.

Ruelas, Ana Luz, 2014, “El teléfono celular y los jóvenes sinaloenses.
Adopción, usos y adaptaciones”, Comunicación y Sociedad, vol.
1, núm. 21, pp. 101-131, enero-junio.

Sánchez Martínez, José Alberto, 2015, “Cultura visual digital y campos de acción en redes sociales”, en Roxana Winocur Iparraguirre y José Alberto Sánchez Martínez (coordinadores), Redes sociodigitales en México, FCE, Conaculta, México, pp. 164-190.

Sandoval Forero, Eduardo Andrés, 2007, “Cibersocioantropología de comunidades virtuales”, Revista Argentina de Sociología, Año 5, núm. 9, pp. 64-89, julio-diciembre.

Urresti, Marcelo, 2008, Ciberculturas juveniles. Los jóvenes, sus prácticas y sus representaciones en la era de Internet, La Crujía Ediciones, Argentina.

Urteaga Castro-Pozo, Maritza, 2007, La construcción juvenil de la realidad. Jóvenes mexicanos y contemporáneos, tesis de doctorado, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, México, junio de 2007.

Urteaga Castro-Pozo, Maritza, 2011, “Retos contemporáneos en los estudios sobre juventud”, Alteridades, vol. 21, núm. 42, pp. 13-32, julio-diciembre.

Vidales Bolaños, María José, 2013, “La relación entre jóvenes y TICS en la investigación de la comunicación en el Salvador”, Razón y Palabra, marzo-mayo, [en línea] disponible en http:// razonypalabra.org.mx/N/N82/V82/19_Vidales_V82.pdf, [fecha de consulta: 17 de marzo de 2016].

Weezel, Aldo Van y Cristóbal Benavides, 2009, “Uso de teléfonos móviles por los jóvenes”, Cuadernos de Información, núm. 25, pp. 5-14, julio-diciembre.

Winocur, Rosalía, 2009, Robinson Crusoe ya tiene celular: la conexión como espacio de control de la incertidumbre, Siglo XXI, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, DF, México.

Entrevistas

Gloria Ruth, Quintín Arauz, Tabasco, 12 de enero de 2017.

Jairo Yair, D., Quintín Arauz, Tabasco, 26 de agosto de 2016.

José P., Quintín Arauz, Tabasco, 26 de agosto de 2016.

Juan Carlos, G., Quintín Arauz, Tabasco, 16 de junio de 2016.

Kristel, Quintín Arauz, Tabasco, 16 de junio de 2016.

Lucía J., Quintín Arauz, Tabasco, 16 de junio de 2016.

María Luisa R., Quintín Arauz, Tabasco, 12 enero de 2017.

Mauricio, Quintín Arauz, Tabasco, 26 de agosto de 2016.

Notas

* Maestra en Ciencias por El Colegio de la Frontera Sur, México, Ecosur. Licenciada en Etnología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia.Temas de interés: problemáticas juveniles, tiempo libre y las nuevas tecnologías en entornos urbanos y rurales, http://orcid.org/0000-0002-7220-6345, correo e.: metztlici@hotmail.com

** Doctora en Ecología y Desarrollo Sustentable por El Colegio de la Frontera Sur, México, Ecosur. Ingeniera Industrial y de Sistemas por ITESM. Investigadora Asociada en El Colegio de la Frontera Sur Unidad Villahermosa, Tabasco. Temas de interés: desarrollo regional, transformaciones productivas y cambio social, correo e.: dramos@ecosur.mx

*** Doctor en Ciencias Sociales y Humanísticas por el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, México y La Universidad de Alicante. Técnico académico titular adscrito al Departamento de Sociedad Cultura y Salud en El Colegio de la Frontera Sur Unidad San Cristóbal, Chiapas, México. Temas de interés: estudios sobre fenómenos sociotécnicos y estudios sobre la experiencia tecnológica por medio de Internet, correo e.: rmena@ecosur.mx

**** Maestra en Antropología Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, Doctorante en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México, México. Profesora Investigadora de Tiempo Completo de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Profesora de Asignatura de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, México. Temas de interés: problemáticas juveniles, imaginarios urbanos, poder y comunicación, correo e.: ubangui73@hotmail.com

Fecha de recepción: 23 01 18; 2a. versión: 07 05 18; Fecha de aceptación: 02 10 18.

1 Feixa (2006) y Pérez (2008) consideran que la investigación sobre jóvenes en 1980 centró sus esfuerzos en explicar problemas sociales urbanos en boga: violencia, drogadicción, pandillas, guerrillas, dejando de lado otros debates.

2 [en línea] disponible en https://read.oecd-ilibrary.org/social-issues-migrationhealth/society-at-a-glance-2016_9789264261488-en#page1

3 Es relevante mencionar que el estado de Tabasco se encuentra en la media nacional en cuanto a hogares con Internet, 47%; y la capital, Villahermosa, presentó un incremento de usuarios de 7.1 puntos en 2016 (Inegi, 2016). No obstante, Quintín Arauz está al margen de estos datos.

4 El teléfono celular encierra la posibilidad de comunicar y transmitir información de forma inmediata, pero depende de infraestructura, escasa en áreas rurales y periurbanas (Matus y Ramírez, 2013). Y el proceso de domesticación y apropiación del dispositivo no es igualmente exitoso en todas las personas, propiciando una brecha digital no solucionada (Sandoval, 2007; Crovi et al., 2011; Ruelas, 2014; Alva, 2015).

5 Con el fin de mejorar la educación, centrada en las TIC, los padres equipan los hogares con tecnología, así la idealización traspasa la escuela y se instala en dichos hogares (Morduchowicz, 2008).

6 Las entrevistas se realizaron a 10 jóvenes de entre 16 y 18 años, cinco hombres y cinco mujeres, escolarizados en Cobatab 44. La grupal se realizó a tres jóvenes escolarizados en Cobatab 44 de entre 16 y 18 años, y tuvo una duración de 75 minutos.

7 La entrevista grupal contó con ocho hombres de la comunidad todos mayores de 40 años.

8 La encuesta a hogares se realizó tomando en cuenta el universo de hogares que registra Inegi 2010 —346 hogares en el poblado—. Se realizó un muestreo sistemático con reemplazo, con probabilidad de ocurrencia de 50% en el acceso a la telefonía móvil y error estándar de 0.15. Se aplicaron 38 encuestas.

9 A partir de la primera encuesta aplicada en hogares, se obtuvo información de 11 jóvenes con edades de entre 14 a 21 años que poseían un teléfono celular, a ellos se les aplicó una segunda encuesta elaborada específicamente para el grupo de edad.

10 La biblioteca pública es reducida —alrededor de 200 m2—. En las distintas visitas a campo que hicimos siempre la encontramos cerrada.

11 La investigación no se centró en la cuestión de género, aun así es innegable la importancia de realizar estos estudios con dicho enfoque.